Trenes baratos para una guerra de clases – 22 de julio
En Alemania llevan todo el verano viajando en trenes regionales por nueve euros y quieren ampliar el descuento. Lo paga el gobierno federal y permite subirse a tantos trenes regionales como uno quiera durante un mes. Los viajes en ese transporte se han multiplicado: sólo en junio fueron 31 millones de viajeros, un 42% más que antes de la pandemia. El objetivo es doble: reducir el coste de la vida y el número de viajes en coche. Algunos quieren llamarlo el billete climático. Otros lo ven como una oportunidad de llegar a lugares hasta ahora inaccesibles.
En la isla de Sylt, junto a Dinamarca en el mar del Norte, han llegado este verano punkis, izquierdistas o, simplemente, pobres. No es la población normal de este destino y eso incomoda a los habituales. La Deutsche Welle los retrata: «en el pueblo ahora es horrible», dice una joven que sujeta un cóctel, «pero aquí en el resort todo sigue igual», remata sonriente. Los ricos llegan a la isla en coche. Los pobres, en los trenes regionales. Algunos precisamente porque saben que pueden molestar a los adinerados con sus pintas y cervezas. La ecología y el alcohol también son una cuestión de clase.
Al Frankfurter Allgemeine Zeitung, el periódico del dinero en Alemania, la idea del bono de 9 euros le parece «la más absurda de la historia de la transformación del transporte». La derecha alemana cree que el plan es muy caro, que 2.500 millones de euros es una cantidad exagerada para una medida que, además, provoca saturación de trenes y algunos retrasos. El líder de la oposición, un multimillonario, ha expresado su posición por vía aérea: ha viajado en su propio avión, un jet privado, a la boda del ministro de Finanzas, que se casaba, precisamente, en la lujosa isla de Sylt.
El tren lleva impreso un clasismo de cuna: es la revolución industrial de proletarios y empresarios, y también una conquista atada a la catenaria. Sergio Leone retrató la violencia de los pioneros del ferrocarril estadounidense: mandaban a los asesinos por delante de las vías. Para el Grupo Salvaje de Peckinpah, el tren es botín o amenaza de cazarrecompensas que cobran por sus cabezas. El Far West no era para turistas. En Snowpiercer, el tren transporta a los supervivientes del armagedón y viaja sin paradas ni destino: ahí los pobres son el alimento de los ricos, siempre a la cabeza de la locomotora.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.
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