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Una ola africana frente al jardín europeo – 7 de junio

Marruecos ha expulsado a dos abogadas españolas que pretendían visitar el Sáhara Occidental. Hasta el enviado especial de la ONU para el territorio ocupado ha tenido problemas para comprobar el respeto a los derechos humanos en la antigua colonia española. Marruecos y el Polisario están en guerra, pero Rabat la oculta: necesita seguir siendo el aliado estable de Estados Unidos en un norte de África convertido en brasero a las puertas de Europa. En Marruecos no hubo Primavera Árabe, anhelo popular convertido en arma geopolítica.

El Mando África de Estados Unidos ha ido una vez a la guerra. Fue contra Libia, en 2011. Ya había empezado a instalarse en Tan-Tan, sur de Marruecos, muy cerca de la frontera con el Sáhara Occidental. Desde ahí y Stuttgart, su sede europea, se diseñó la operación que terminaría llevando más de cien tomahawks a Libia en aquel año de primaveras y plazas que querían asaltar el cielo en lugar de construir uno nuevo. El bombardeo se justificó como guerra humanitaria: una intervención necesaria para defender los derechos humanos con misiles de crucero.

Hillary Clinton defiende desde hace décadas su receta para la dominación: smart power. El poder inteligente sería una mezcla de músculo militar, político, cultural y tecnológico, con la diplomacia como vanguardia. En 2011, sobre el cadáver de Gadaffi, Clinton dijo en la CBS: «llegamos, vimos y murió», y soltó una carcajada. Los rebeldes armados por Estados Unidos e impulsados por la OTAN habían capturado, violado y asesinado al líder libio. La guerra del país norteafricano fue un prólogo: diplomacia disfrazada de comando y risa caníbal.

A Gadaffi lo mataron en la «inhóspita Sirte», rimó Virgilio, quien protegió al héroe Eneas de aquel lugar que no es «ni mar ni buena tierra firme», que no tiene sitio en el Paraíso Perdido de Milton. El orientalismo empieza, en realidad, por el Sur: esencia nueva y vieja, eterna tierra de leones a ojos de una Europa ensimismada. Cielo, deseo e infierno, pintó El Bosco cuando el Viejo Mundo todavía no era consciente de su menudencia. En el centro del tríptico inquietan búhos y lechuzas, testigos del pecado y vigías de la decadencia mientras, a las puertas del jardín, hierve la ola africana.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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