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Divulgación

Donald McCullin estaba equivocado

Un tipo británico llamado Donald McCullin dijo en más de una ocasión que las fotografías no pueden cambiar la realidad; que lo que hacen es demostrarla tal y como es. Oigan, no seré yo quien contradiga a un mayúsculo como él, pero quizás (sin osadía) sí me permita dudar, aunque sea un poco, de sus palabras.

Hay fotografías y fotografías. La mayoría de ellas, desgraciadamente, por conseguir no consiguen ni que levantemos el culo del sofá. Por poner un ejemplo fácil, vaya. Sin embargo, en medio de esa odisea fotográfica que nos golpea la puerta cada día, a veces se produce el milagro. No es habitual, pero a veces ocurre. Ocurre que una fotografía provoca que (aunque sea poco, muy poco) las cosas cambien, que algo se nos mueva dentro. O que, por lo menos, logre colarse con éxito en el imponente y exclusivo libro de la historia. Como recuerdo (esperemos que inmortal) de aquello que un día fuimos.

Estas nueve imágenes, forman parte del grupo de esos eventuales y magníficos milagros.

1. Migrant Mother (Dorothea Lange)

Migrant Mother

Allá por la década de los treinta, una joven Dorothea Lange decidió dejar su acomodado estudio cosmopolita en California para salir a la calle a fotografiar la realidad. La real, alejada de las imágenes precocinadas e ideales que abundaban en esa época. En un campo de refugiados en Nipomo (California) tomó esta fotografía cuando los calendarios marcaban el año 1936. Allí, con precisión de relojero, capturó la vida en un solo instante. Desde tiempos inmemorables dicen las buenas lenguas eso de que «una imagen vale más que mil palabras». Si alguien todavía lo duda, debería clavar los ojos en esta fotografía hasta descubrir que, efectivamente, así es.

La Gran Depresión, vivida en Estados Unidos durante la década de los treinta, empujó a miles de agricultores a migrar a otras partes del país en busca de un modo de subsistencia. Florence Owens Thompson, la mujer de la fotografía, era una entre los miles y miles de casos. Madre de siete pequeños, migrante, en una situación de extrema pobreza. ¿A quién iba a interesar su historia; la de una mujer sin nombre? Posiblemente a pocos. El sufrimiento, por mucho que nos empeñemos en negarlo, siempre se ha categorizado en función del sujeto que lo sufre. La realidad de Florence era, para el mundo en general, totalmente indiferente. Un llanto silencioso. Por suerte para todos, Dorothea Lange se encontraba allí (acompañada de su cámara) en el momento justo, para reivindicar la historia de un rostro que sufría. Un rostro del que el mundo rehuía. Lange estaba allí para contarnos a todos su historia. Sin necesidad, claro, de usar palabras. Allí, para contar la historia de una mujer que conjugaba a su vez, el sufrimiento de miles y miles de personas más.

«Parecía que sabía que mis imágenes podían ayudarle, así que ella misma me ayudó. Había una especie de equidad en ello».

Madre Migrante supuso un antes y después en el mundo de fotografía. En un momento en el que los objetivos se alejaban de toda realidad sin luz o triste, Lange rompió una lanza a favor de fotografiar la vida y acercarse a realidades menos nítidas, oscuras, con el fin de arrojar en ellas un poco de luz. Esperanza. Aquel día de 1936, la americana capturó el sufrimiento y preocupación de una madre y convirtió su rostro (sin saberlo) en un grito mundial.

Dorothea Lange, fue una de las fotoperiodistas que mejor retrató la situación de Estados Unidos durante la crisis de los años treinta, sobre todo la de los agricultores y trabajadores del campo. Murió siendo un referente de la fotografía y del documentalismo gráfico a nivel mundial. Sin embargo, nunca llegó a conocer el nombre de la madre migrante.

2. I have a dream (desconocido)

I have a dream

Verano del 63. La marcha por el Trabajo y la Libertad colorea con rostros las calles de Washington. Parecía poder respirarse la vida. Al final de la pacífica y masiva reivindicación, un joven Martin Luther King (ya conocido a nivel mundial por liderar el movimiento pacifista por los derechos civiles de los afroamericanos) pronuncia ante una gran multitud un discurso que en poco tiempo se volvería histórico. «I have a dream». Una sucesión ordenada de palabras que dejarían de serlo para convertirse en el emblema de un movimiento. Un punto de inflexión. Un icono. Lo que consiguió Martin Luther King aquel día, hoy lo llamaríamos «hacerse viral». Pero a unos niveles estratosféricos, claro.

«América ha dado a los negros un cheque fraudulento, un cheque devuelto con las palabras «sin fondos». Pero no nos creemos que el banco de la justicia esté en quiebra. No nos creemos que no haya fondos disponibles en las arcas llenas de oportunidades de esta gran nación».

Poco tiempo después de aquel caluroso día de agosto en el que Luther King pronunció un discurso sin imaginarse que años más tarde lo estudiaríamos en los libros, el gobierno estadounidense aprobó leyes contra la segregación racial. Un año después de subirse a la palestra rodeado de una masa de colores, Luther King fue galardonado con el premio Nobel de la Paz. Cinco años más tarde, asesinado por James Earl Ray en Memphis. Con él, la luz, la esperanza y la fe de muchas, muchísimas personas.

3. Flower child (Marc Riboud)

Flower child

La oposición de la sociedad estadounidense a la guerra de Vietnam, latía cada vez con más fuerza en la década de los sesenta. Latir por no decir estallar. Miles de protestas pacifistas se sucedían exigiendo el fin de la intervención de las tropas estadounidenses en el país asiático. Marchas por la paz que duraron más de diez larguísimos años.

El fotógrafo francés Marc Riboud, asistió el 21 de octubre de 1967 a una de las protestas que tuvo lugar en Washington D.C. Allí, se topó con una de esas imagen que hacen a uno girar la cabeza. Una mujer frente a la línea de soldados (casi rozando uno de los fusiles) con una flor entre las manos. Cara de súplica mezclada con tristeza profunda. Era Jan Rose Kasmir, una activista estadounidense que (por aquel entonces) tan solo sumaba diecisiete años.

La llamativa imagen, recorrió el mundo en poco tiempo y se convirtió en uno de los símbolos contemporáneos del pacifismo. La representación de un sentir común: el rechazo a la guerra de Vietnam. Una especie de labor esquemática también. Un grito común ( que reflejaba una larga lucha) reducido a una sola imagen capaz de conjurarlo todo.

Con motivo del cincuenta aniversario de la fotografía, Philippe Séclier, periodista francés, editó en 2017 un libro (La jeune fille à la fleur. Histoire d’une photographie) en el que relata la historia detrás de la fotografía con declaraciones inéditas de los dos protagonistas; Jan Rose Kasmir y Riboud. Un relato, sin duda, de lo más indispensable.

4. Marathon Woman (desconocido)

Marathon Woman

En 1967 las mujeres no podían correr maratones. A decir verdad, en esa época eran muchas las cosas que (todavía) eran monopolio exclusivo de los hombres. Kathrine Switzer, la mujer de la fotografía, decidió revelarse contra esa realidad sexista y manifiestamente injusta (muy presente sobre todo en el mundo del deporte) y consumó su pequeña rebelión inscribiéndose para correr la maratón de Boston. Lo hizo sin escribir su nombre, poniendo en su lugar sus iniciales «K.V». Nadie sospechó. Fue aceptada.

El día de la carrera, sin embargo, enseguida fueron a por ella. «¡Sal de mi carrera ahora y dame esos números!» le gritaba Jock Semple, director del maratón, mientras la empujaba para que abandonase la pista. Un tipejo curioso, que pasó a la historia por montar en medio de una carrera (posiblemente) el espectáculo más bochornoso de todos los tiempos. El novio de Katherine, jugador de fútbol americano, intervino en la disputa y consiguió placar al director y tirarlo al suelo. «Corre como nunca», le dijo a Switzer a tiempo que terminaba con Semple.

«Dije, esto va a cambiar mi vida. Podría cambiar los deportes femeninos y cambiar el mundo».

Katherine Switzer fue la primera mujer de la historia en correr un maratón con dorsal. Tardó cuatro horas y veinte minutos en recorrer los 42,1 kilómetros. Al acabar, fue descalificada y expulsada de la Unión Atlética de Amateurs. Sin embargo, ya había hecho historia. Se había convertido en un referente de la lucha por la igualdad, sobre todo en el plano del deporte. Un grito. Una revelación. La primera pieza del dominó que necesitaba caer para que el cambio sucediese. Posiblemente, el mundo de hoy le deba a Katherine mucho más de lo que piensa.

Cinco años después de aquel suceso, comenzó a permitirse la participación de mujeres en maratones de manera legal.

5. Napalm Girl (Nick Ut)

Napalm Girl

El 8 de junio de 1972, un avión de las fuerzas survietnamitas bombardeó por error con napalm (un tipo de combustible muy corrosivo) la aldea de Trang Bang. Entre las personas que huían de sus casa en llamas, el grito de una niña. «¡Demasiado caliente, demasiado caliente!». Era Phan Thi Kim Phuc, de nueve años, que corría desnuda dejando atrás el fuego que le había desintegrado la ropa por completo. Nick Ut, periodista de Associated Press, consiguió capturar el momento. El horror en el rostro de aquellos niños escapando de la muerte.

«No quería que muriera, dejé mi cámara a un lado, la levanté, le di un poco de agua y la llevé en mi coche al hospital para tratar de salvar su vida. Sabía que si la dejaba allí moriría».

En la década de los setenta, publicar un desnudo frontal en Estados Unidos era algo casi impensable. De hecho, el editor de Ut descartó en un primer momento publicar la fotografía por ese motivo. Sin embargo, Horst Faas, jefe de la delegación en ese momento, al ver la fotografía y conocer lo que había ocurrido, no dudó en contradecir a Faas: «Enviemos esta foto ahora mismo, no me importa lo que digan».

La fotografía ganó el premio Pulitzer en 1973. Un año después, las tropas estadounidenses abandonaron Vietnam. Por desgracia, nunca sabremos si la repercusión de la fotografía fue el principal motivo por el cual se puso fin a la guerra. Sin embargo, sí conocemos que fue determinante para sensibilizar todavía más a la población sobre lo que ocurría en Vietnam y aumentar el rechazo (ya imposible de ocultar) de la sociedad ante el conflicto.

6. Afghan Girl (Steve McCurry)

Afghan Girl

Corría el año 1984 cuando, en el campo de refugiados de Nasir Bagh (Pakistán), dos tímidos ojos verdes se cruzaron con los de Steve McCurry. Eran los de Sharbat Gula, una niña afgana de doce años obligada a huir de su pueblo por la guerra que destruía Afganistán. Sin entender demasiado, accedió a posar ante un aparato que nunca antes había visto. Al otro lado, McCurry, fotoperiodista del National Geographic, decidido, apretó el botón y capturó una imagen que en poco tiempo dio la vuelta al mundo.

Una mirada como pocas. Unos ojos que se clavan y parecen tener la capacidad de atravesarte; que sin palabras, gritan inseguridad y miedo. Un imagen que se convirtió, para todos, en el rostro de la guerra de Afganistán. En el grito común de todos aquellos que sufrían sin piedad las consecuencias de ese frío y sucio horror.

Steve McCurry no dudó en enseñar al mundo el rostro de aquella niña. Sin embargo, la imagen que eligió inicialmente para la portada era otra.

Primer fotografía elegida por el editor gráfico para la portada

Finalmente, un cambio de última hora por parte del director de la revista, llevó a portada en 1985 la fotografía que todos conocemos. Sharbat Gula lo supo diecisiete años después, cuando McCurry volvió a Pakistán en busca de esos ojos verdes que lo cautivaron en el verano de 1984. Fue en ese momento cuando McCurry supo el nombre de la mujer que todo el mundo conocía como «niña afgana» y pudo, casi dos décadas después, enseñarle su retrato.

Sharbat Gula en 2002 (Fotografía: Steve McCurry)

7. Mauthausen. (SS. Robada por Francisco Boix)

Mauthausen

Escuchar la palabra da escalofríos. Ver las fotografías es una sensación prácticamente indescriptible. Mauthausen fue un grupo de campos de concentración nazis situados en la localidad austriaca con el mismo nombre. Francisco Boix fue uno de los muchos españoles republicanos que pudieron ver el horror que allí se escondía con sus propios ojos. Boix entró en 1941 a trabajar en el servicio fotográfico que los alemanes tenían en el campo con el fin de inmortalizar aquella barbarie. Suena macabro decirlo, pero Boix fue de los afortunados.

Dos años después de la entrada de Boix, en 1943, cuando la Wehrmacht fue derrotada en Stalingrado, los responsables del campo ordenaron la destrucción de todos los negativos. Boix, con ayuda de otros presos del campo, logró sacar cerca de veinte mil negativos de los campos y ocultarlos en casa de una joven austriaca llamada Anna Pointner. Veinte mil negativos que representaban la crueldad e infamia más absolutas nunca vistas.

Boix, fue el único español que testificó contra los nazis en los juicios de Núremberg. Su testimonio y sobre todo las fotografías que consiguió ocultar, fueron decisivas en los procesos judiciales contra los altos cargos de las Schutzstaffel (SS) alemanas.

En 2002, Benito Bermejo publicó un libro titulado Francisco Boix: el fotógrafo de Mauthausen. Un testimonio único, imprescindible (y muy recomendable) para conocer la historia de una realidad tan inhumana como necesaria de tocar y sentir de cerca.

8. Demi Moore para Vanity Fair (Annie Leibovitz)

Demi Moore

No es una portada de los años noventa sin más. Es la portada. La que mostró al mundo por primera vez el cuerpo desnudo de una mujer embarazada (algo totalmente impensable hasta el momento). La que hizo click en la mente de muchos. La que abrió el camino.

En el verano de 1991, la fotógrafa Annie Leibovitz trabajó en una sesión de fotos con Demi Moore. La actriz iba a ser la portada de la revista Vanity Fair del mes de agosto. Leibovitz, fotografió a Moore con un vestido de satén verde diseñado por el renombrado Isaac Mizrahi. Era la idea que la revista tenía, desde un primer momento, para la fotografía que representaría el número. Al final de la sesión, Leibovitz tomó también algunas fotografías de Moore en ropa interior y desnuda. La idea era que esas fotos permaneciesen ocultas al público, como recuerdo para Moore de la sesión que realizó embarazada de su segunda hija. Cuando Tina Brown, directora de Vanity Fair en aquel momento, vio las fotos de la actriz desnuda, quiso llevarlas a la portada. Sin expectativas, lo consultaron con Demi y para sorpresa de todos, aceptó.

La portada desató una gran polémica a nivel mundial. Hubo quienes acusaron a la actriz de «ser capaz de todo por la fama» o de formar parte de una estrategia de hipersexualización. Sin embargo, también supuso un boom en toda regla. Una lanza a favor de visibilizar el cuerpo de la mujer embarazada, de romper el estigma y demostrar que no es algo que se deba ocultar. Una recordatorio (necesario): no por estar embarazada se pierde el derecho a posar o ser sexy si se quiere. Solo faltaba, vaya.

La fotografía, se convirtió en un icono reivindicativo que (todavía hoy) grita libertad.

9. Falling man (Richard Drew)

Falling man

El 11 de septiembre de 2001, el mundo asistió sin paliativos a un horror mayúsculo. Uno imposible de soportar sin pesadillas. Dos mil novecientas noventa y seis personas perdieron la vida ese día. Dos mil novecientas noventa y seis adioses de la manera más triste, injusta y cruel.

En medio de aquella atrocidad en la que se mezclaban los estruendos con el humo, miles de testigos asistían a una imagen tan insólita como atroz: miles de personas precipitándose por las ventanas de dos de las torres del Word Trade Center. Entre aquellos que contemplaban desde la distancia, se encontraba Richard Drew, fotógrafo de Associated Press, dispuesto a captar aquel infierno. Hombre cayendo es una de las cientos de instantáneas que Drew capturó aquel fatídico día. Una imagen que, sin duda alguna, destacó sobre las demás.

Un hombre dirigiéndose a morir que, sin embargo, presenta una tranquilidad y sosiego que estremecen. Que parece tener la situación bajo control, incluso respirar tranquilidad. Perfectamente recto y encuadrado en la línea que divide ambas caras de la torre; como si aceptase su destino con serenidad. Muchos ven en la imagen una representación de la fuerza de voluntad, la valentía o incluso del estoicismo. Otros, la resignación de un hombre obligado a morir que ha encontrado paz en medio del miedo. Algo que, llegado el caso, creo que todos querríamos.

En los últimos años, multitud de periodistas estadounidenses, entre ellos Peter Cheney o Tom Junod, han tratado de identificar al hombre de la fotografía. Han sido numerosas las hipótesis que se han puesto sobre la mesa. Sin embargo, ninguna ha sido confirmada de manera oficial. Sin identidad ni rostro, seguirá siendo (por siempre) el hombre que cae; que honra a las miles de víctimas que aquel septiembre dijeron adiós para siempre.

Que me perdone el señor Donald McCullin. Puede que, finalmente, sí opte por contradecirle. No es lo común, es cierto; pero, a veces, se produce el milagro y ocurre. Ocurre que una imagen es capaz de cambiar las cosas.

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