Cruceros hacia la amnesia – 9 de junio
Los cruceros han vuelto a Venecia. El MSC Orchestra partió de la misma Laguna con destino a Grecia y Croacia: ocho días y siete noches mediterráneas. El viaje se inició entre protestas. Decenas de pequeñas embarcaciones salieron a hostigarle con pancartas que decían «No grandi navi». Ciudadanos y ecologistas han visto indignados cómo la tregua crucerista de la pandemia ha terminado y los enormes buques vuelven a ensombrecer la plaza de San Marcos. Los pulpos que repoblaron los canales venecianos tendrán que esconderse otra vez. A los más de mil pasajeros del Orchestra les da igual. Hoy deben de estar llegando a Corfú.
El goce indiferente del pasajero es una condición de las vacaciones en crucero. Estos barcos generan hasta noventa y cinco metros cúbicos de residuos de sus inodoros, y quinientos cuarenta y uno metros cúbicos más de lavabos, cocinas y duchas. Todo va al mar. Según un informe de Transport y Environment, cuarenta y siete cruceros contaminan con óxido de azufre lo que cien millones de coches. En ciudades como Barcelona, que limita la circulación de vehículos contaminantes en su casco urbano, reciben con brazos abiertos a los enormes navíos vacacionales. La contradicción se resuelve con números: los cruceros dejaron mil doscientos millones de euros en España en 2019. El verde billete lava conciencias.
El dorado crucerista usa la desinformación para llenar las arcas de sus propietarios. La mayor empresa del sector, Carnival Corporation, negaba que el virus se propagase con más facilidad en los buques. Por eso ocurrieron odiseas como la del Diamond Princess, varado frente a Yokohama mientras el virus devoraba a tripulantes y pasajeros, y la del MS Zaandam, un navío de lujo que se proponía recorrer los confines de la Patagonia. Los pasajeros se creían inmunes. No lo eran, y, enfermos, estuvieron mendigando puerto durante un mes. El Zandaam tiene salas decoradas con instrumentos de Clapton, Bowie o los Rolling. A la agonía en el mar siempre le acompaña una orquesta.
Los cruceros son un modelo, una maqueta de nuestras sociedades, escribe Ignacio Ramonet. El cine ha hecho metáforas: Cameron de la división de clases, en Titanic; y Fellini de la decadencia de la bélle epoque, en Y la nave va. De la pandemia actual todavía no hay retrato. Sí podcast, como el excelente de Sara Blanco sobre el Diamond Princess: una pasajera canadiense lo grabó todo con su móvil: las bromas y los ánimos del capitán, el sonido del miedo, y el aburrimiento confinado. El Diamond Princess es uno de los ciento cuatro barcos de la compañía Carnival. Volverá a navegar el año que viene: admite reservas para quienes buscan un océano de amnesia.
Notas de extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.
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