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El taparrabos de Conan

El retorno de los grandes villanos de Spider-Man: Octopus y Duende Verde

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Las almenaras de LaSoga arden; han convocado al Taparrabos de Conan (insertar música épica aquí). El Taparrabos ha respondido y, ¡por Crom!, qué mejor forma de festejar su regreso que continuar la saga de villanos con dos de las némesis (¿nemesises?) del asombroso Spider-Man. Un dos por uno para los marvelitas que habrá por ahí, un choque de trenes malignos que siempre llegan tarde, un duelo de maquiavélicos parangones del mal con un solo objetivo: destruir al Trepamuros y, probablemente, casarse con su anciana Tía May (no confundir con Marisa Tomei, de las nuevas pelis), porque sin arruga no hay gloria.

Octopus Duende Verde

Tentáculos y octogenarias. Incoming nuevo fetiche

En un rincón, con 111 kilos de metal y unos michelines de peso está el Doctor Octopus, Otto Octavius para los amigos. En en el otro rincón, con 83 kilos de peso, el Duende Verde, conocido en el círculo de emprendedores que te dan consejos para hacerte rico (como ellos, que nacieron podridos de dinero) como Norman Osborn.

Octopus Duende Verde

Eres billonario, pero te peinas con una sandwichera

Antes de empezar, vamos a hacer un viaje al pasado; un viaje a la época en la que los comics de Marvel eran los comics de Forum y se vendían en los kioskos. En aquel tiempo distante era más complicado seguir la numeración de las colecciones debido a los místicos designios de las editoriales: muchas veces dependías de lo que encontrases, sobre todo si vivías en una ciudad pequeña, sin tiendas especializadas. En aquellos sitios a los comics no los llamaban ni siquiera tebeos, si no cuentos. Ya entonces a mí me atraía Spider-Man. Me gustaba su máscara, pero como yo no era el único fan aquel tipo se vendía mejor que otros y, en consecuencia, a veces no encontrabas ni un cómic de tu personaje favorito. Te podías aburrir con las aventuras de Los Vengadores: costa oeste, que ni siquiera eran los auténticos sino su marca blanca. Hasta podías encontrar algunos números de Cabeza de Red en la espesura. Uno de ellos atrajo mi atención: en él aparecían Los Seis Siniestros, un grupo de coloridos supervillanos comandados por el Doctor Octopus y dibujados por Erik Larsen, una especie de copia de Todd Mcfarlane. Pronto me enamoré de aquellos malosos y, por supuesto, especialmente del Doctor Octopus. Quizá porque comparto cierto parecido con él.

Octopus Duende Verde

Algo que empieza por «el retorno» no puede ser malo

El Doctor Octopus fue creado por Steve Dikto y Stan Lee. Se trata de un científico nuclear (porque todo lo nucelar estaba de moda, qué le vamos a hacer) que no le cae bien a nadie por su prepotencia. Los cuatro brazos metálicos con los que manipula aparatos atómicos muy peligrosos le hacen merecedor de su sobrenombre, el Doctor Pulpo. Finalmente, una explosión durante unas pruebas con sus tentáculos metálicos hace que se peguen a su cuerpo, convirtiéndole en una especie de cyborg y dándole, por alguna razón, muchas ganas de robar bancos. Irremediablemente choca con Spider-Man y, muy pronto, el roce hace el odio. No en vano, el Lanzaredes suele atraer principalmente a dos tipos de enemigos: los hombres animal y gentes con mejoras tecnológicas. A veces también con las dos cosas. Todo esto es parte del tema con el que Straczynski fue capaz de hacer una saga.

Como podemos observar, Canguro hace gala de dos de estas características (además de la elegancia)

El alegre Otto tiene una historia larguísima dentro del universo Marvel en general y del de Spider-Man en particular. Ha pasado por todo tipo de vicisitudes: desde resucitar por lo menos dos veces a ser atrapado por el Hombre Molécula en un pedazo de asfalto de Denver y, posteriormente, salir volando por el espacio con el resto de la ciudad.

Octopus Duende Verde

Doc Ock copiando a Narciso Ibañez Menta en El Asfalto

Como todo superpersonaje que se precie, ha cambiado varias veces de vestuario y sus cambios señalan, también, sus etapas. Nunca antes cambiarse de calzoncillos significó tanto: empezando por su look original de científico loco en 1963 y hasta su muerte, en su forma más decrépita y a causa de las palizas que le daban otros supertipos, en el 2012, el aspecto de Octavius nos habla de su historia. Finalmente, no sé si debemos tratarle como un resucitado, si ha vuelto a morir o si está casado con Chema, el panadero de Barrio Sésamo. Podemos establecer con claridad que su faceta de mad doctor siempre le ha acompañado; pero, paralelamente, también ha sido jefe de un grupo mafioso con sus propios masillas de los Power Rangers, con cara de pulpo, y hasta ha tenido su doble femenino, al que solo le dieron algo de dignidad en la película de Spider-Man: Into the Spider-Verse.

Aquí lo único que está siendo dañado es el sentido del decoro y el buen gusto, Spidey

David Michelinie intentó darle un nuevo trasfondo al personaje inventándose para él una infancia terrible con un padre abusivo y una madre estilo Psicosis. En opinión de quien escribe, fue un poco forzado: que en la serie animada de Batman de los noventa quedase fantástico, con aquella galería de villanos más bien propia de una charanga de carnaval low cost, no significa que la estrategia funcione siempre. Michelinie era especialista en dar a los villanos un pasado con el que justificar sus actuaciones y, la verdad, muchas veces sus historias eran super entretenidas; pero el intento de hacer madurar en un comic a unos tíos en pijama que habían vivido sucesos trágicos y siniestros es algo que, quizás, solo gusta a los fans del propio Batman. Personalmente, las encarnaciones que más me gustan de Doc Ock son la de traje blanco de mafioso con un cigarrillo o habano en uno de sus tentáculos, puede que porque fue la primera con la que me topé y porque, sin duda, es la que desprende más poder y amenaza. También me gusta la versión de Superior Spider-Man, que no solamente es una de las mejores apariciones del bueno de Octopus sino también del propio Trepamuros.

Octopus Duende Verde

Pasemos ahora al Duende Verde, creado también por Lee y Dikto. Esencialmente, el Duende es un empresario que empieza a tontear con la vida criminal y al que le gusta vestirse como un saltimbanqui, pero termina administrándose una fórmula para adquirir superpoderes físicos que fractura su mente, sumiéndolo en la locura y la megalomanía. No tan querido para mí como lo es el bueno de Otto, su diseño es, a pesar de ello, espectacular; sus risotadas maléficas rivalizan con las de Skeletor y sus armas son calabazas de Halloween. Por si todo esto no fuera suficiente, va montado en un murciélago de metal.

¿Cómo es posible que semejante combo no esté tan asentado en mi corazón? Pues porque cuando yo coleccionaba Spider-Man, el Duende llevaba diez mil años muerto, los que van de 1973 a 1996. Lo más cercano que teníamos eran el Demoduende o Harry Osborn. Incluso, cuando comprabas comics viejos en el mercado de San Antonio de Barcelona, te dabas cuenta de que no solía aparecer. Y es que el Duende Verde es un personaje bastante misterioso: sin entrar en líos editoriales varios que tienen que ver con la propia identidad del Duende (esto casi causa un cisma en Marvel), podemos afirmar que su leyenda es más importante que su presencia. Autoproclamando como el villano número uno de Spider-Man tras cargarse a su primera novia, Gwen Stacy, el Duende muere inmediatamente empalado por su deslizador. Esto, realmente, conmocionó a muchos fans del Trepamuros que no se esperaban el asesinato de la muy sosainas y también bastante sumisa novia. Punto para el Duende Verde. En su muerte, brilló con luz propia: aquel fue uno de los sucesos más memorables en la historia de Spider-Man y, probablemente, en la de los comics en general.

Norman Osborn tiene muchos méritos para ser la némesis de Peter Parker. Por ejemplo, conocer su identidad secreta, algo que últimamente se ha devaluado mucho (parece que la sabe hasta Boomerang). Su progresiva reaparición es algo que, en mi opinión, tiene más que ver con los planes comerciales y el marketing que con los sucesos en la vida heroica de Spider-Man. Principalmente porque, aunque el Duende se había cargado a Gwen, era un personaje del que no se acordaba ni Rita: es, en realidad, un villano sin ningún tipo de peso en el universo Marvel. Su retorno con un plan rocambolesco tipo «no estaba muerto, es que estaba de parranda» al final de la infame Saga del clon es digno de las explicaciones existencialistas de Matrix. Sea como fuere, lo cierto es que sacaron al Duende de la lista de personajes muertos para siempre y lo devolvieron, aunque de forma forzada, a la cumbre de la villanía. Desde entonces, nadie ha osado jamás decir que era innecesario o que el arco argumental estuvo mal orquestado. Es como cuando alguna fuerza mágica del universo dicta que una peli es una obra maestra y a ti te parece una mierda. Como plan para llevarlo de vuelta a la continuidad general lo nombraron líder de los Thunderbolts, un grupo de villanos al servicio del gobierno en el que se erige como malo oficial de todo Marvel. Why not?

Como punto final, debo decir que siempre me ha gustado más Harry que su padre, porque su muerte es un suceso realmente triste, aunque esperado. Después de un largo feudo de sangre con el Lanzaredes, su historia culmina con una sensación agridulce como pocas de las que ha paladeado el arácnido: asume que el legado del Duende Verde nunca acabará, excepto con la perdida de algo precioso para él.

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