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Cinefórum CCCLXXXI: «Rebobine, por favor»

Hace una semana, Marcos García Guerrero escribía lo siguiente en esta misma, eterna sección de nuestra revista:

Las feel-good movies han existido siempre, solo que hasta hace poco no sabíamos que se llamaban así. Toda la vida ha habido películas (y series, libros…) cuyo objetivo principal es hacerte sentir bien: historias amables, reconfortantes, que incitan al optimismo y a la felicidad. Sin embargo, no es de extrañar que por su propia naturaleza esta categoría de obras de ficción se haya ido dando de bruces con una realidad (y con una crítica de esta) cada vez más cínica y nihilista que ha dibujado en ellas un estigma de peyorativa condescendencia. Un mundo que tiene como héroe romántico a Tyler Durden solo quiere ver las cosas arder.

Yo solo añadiría que, cuando un fiel compañero de fatigas resume a la perfección las virtudes emocionales y las desventajas sociológicas del optimismo fílmico, para qué volver a hacerlo. Sirva esta cita como puente establecido entre los Tomates verdes fritos de la semana pasada y Be Kind, Rewind y adentrémonos en las virtudes y los prejuicios, en los defectos y las críticas más legítimas de la película de Michel Gondry, cineasta de Versalles que reviste sus barrocas películas de una fachada estética rococó.

En esta ocasión nos vamos a una más o menos decadente Nueva Jersey, para conocer a un dúo cómico comandado por Jerry (Jack Black), que decide sabotear una central eléctrica, convencido de que está afectando a su cerebro. El resultado le deja accidentalmente magnetizado, lo que provoca que borre todas las cintas del videoclub donde trabaja su amigo Mike (Mos Def). Desesperados por mantener el negocio a flote y no decepcionar a los pocos clientes que no les ha robado Blockbuster, ambos deciden recrear y filmar versiones caseras de las películas más populares de sus estanterías. Precisamente a esto habíamos venido: a suspender nuestra incredulidad frente a una premisa forzada y dejar que la nostalgia por el viejo cine penetre por todos nuestros poros. Durante algo más de una hora vemos a los dos creadores regrabar con cartulinas y planos trampa peliculones como Cazafantasmas o Robocop, exagerando sus virtudes, sus diálogos e incluso su contenido social. Lo hacen, eso sí, imbuidos del talento para el montaje y el decorado de un Gondry tan efectista como meloso. En cualquier caso, el éxito arrasador de estas películas en el barrio se convierte en el motor de la lucha por el mantenimiento de un negocio obsoleto y, al mismo tiempo, en un canto de amor al séptimo arte.

Rebobine por favor
New Line Cinema

Michel Gondry no gusta a todo el mundo y, qué duda cabe, The Green Hornet demuestra que sentarse en el sofá y lanzar esta moneda al aire puede convertirse en una pesada cruz de dos horas con cuyo visionado, sin embargo, uno tiene que cargar toda la vida… Pero por cada crítico furibundo del francés encontramos también un furibundo entusiasta; frente a los grandes chascos, aparecen clásicos del cine fantástico, películas de culto por las que algunos venderían toda una carrera en el cine. Con Michel Gondry, director y artista (para lo bueno y para lo malo) y con esta película pequeña, bonita y barata, esta semana de nuestro cinefórum nos salió cara.

Víctor Muiña Fano
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