Si hay algo que caracteriza a Viggo Mortensen, además de su aura de hombre renacentista y de tío majo, es su habilidad para ir construyendo una carrera que combina de forma natural y exitosa lo mainstream con lo alternativo. No es fácil sobrevivir a la condición de icono pop y él parece haberlo conseguido a fuerza de usar ese regalo (y condena) para involucrarse en proyectos interesantes, por pequeños que sean. Es el caso de la película de esta semana: Lejos de los hombres (2014) del francés David Oelhoffen, una producción modesta que, posiblemente, solo haya podido tomar forma gracias a contar con la participación del heredero de Isildur.
La cinta es la adaptación de El huesped, relato corto de Albert Camus; una historia que, como la invitada de la semana pasada, plantea la relación obligada entre dos hombres, en principio, muy diferentes: Daru (Mortensen), un maestro de escuela que vive aislado en un pequeño pueblo de Argelia; y Mohamed (Reda Katebal), un hombre acusado de asesinato y al que el maestro debe de acompañar a través de las montañas del Atlas para llevarlo a juicio.
Daru, interpretado por un multilingüe y siempre certero Mortensen (no perderse sus cagamentos en castellano), se erige aquí como una representación fiel del personaje camusiano que, lejos de los hombres, levita sobre sus leyes y, satisfecho de su soledad, busca la tranquilidad personal en medio de la asburdidad de la vida. De ahí que rechace en un primer momento la misión encomendada por la gendarmería; porque no se siente interpelado por su autoridad y tiene el firme propósito de quedarse a un lado. Por eso, no juzga de antemano al reo y lo trata como a un invitado, confiando en él y dándole la oportunidad de huir libre.
Pero lo que en un principio responde a un deseo egoísta de tranquilidad, se acaba transformando en una sincera camaradería entre un hombre cuya brújula moral viene marcada por su pasado y otro que acepta su funesto destino con la dignidad que le impone su honestidad. Este conocimiento mutuo se irá forjando a marchas forzadas en un viaje que, con la Guerra de Independencia argelina de fondo, se convierte para ellos en un tour de force que les cambiará para siempre.
La estructura narrativa y el paraje austero, aupados por la dirección contemplativa de Oelhoffem, la cuidada fotografía de Guillaume Deffontaines y la yerma pero sugerente banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, convierten Lejos de los hombres en un poético western que trasciende la previsibilidad gracias a su dimensión existencialista y, por ende, a sus lecturas inagotables.
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