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Cinefórum CCXIII: «Adults in the Room (Comportarse como adultos)»

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En ocasiones, el destino nos obliga a enfrentarnos al apocalipsis entre las cuatro paredes de una habitación. Ocurrió la semana pasada en #Vivo, la oportuna historia de Netflix sobre un gamer surcoreano que acaba confinado en su casa, rodeado por una horda de zombis; pero también ocurre hoy en Adults in the Room, una película europea (con sello griego y producción francesa) que nunca podría aspirar a aparecer automáticamente en nuestras pantallas y en la que un ministro de economía trata de evitar el descuartizamiento de su pueblo a manos de la Troika, la inestabilidad política y las sacrosantas leyes del libre mercado. Una catástrofe más prosaica y que, sin embargo, nos afectó a todos: cuando el drama nos alcanza, la película que vivimos está «basada en hechos reales».

Pero, lejos del tono de telefilm de sobremesa en Antena 3, aquí no diseccionamos un sórdido suceso en un barrio residencial de Baviera. Muy al contrario, la última película de Costa-Gavras, basada en la novela homónima de Yanis Varoufakis, es el más puro negativo de las truculentas cintas para la siesta del fin de semana: aquí asistimos al drama colectivo de la Grecia de 2015, que trató de buscar una salida a la crisis a través de su vieja democracia antes de ser subastada por su acreedores. La producción alemana también sobrevuela en este caso la trama.

El griego es un director militante, honesto con sus propios planteamientos y capaz de imprimir un ritmo trepidante a unos guiones que atraviesan la política de lado a lado: desde las ruedas de prensa repletas de periodistas a los lobbies de un lujoso hotel, pasando por callejones oscuros y salpicados de sangre. En cualquiera de sus lugares encontraremos la denuncia de la injusticia y un relato de lucha en favor de la dignidad del hombre. En Adults in the Room, el depositario de tan pesada carga es el propio Varoufakis, en aquel momento ministro de economía de Syriza, y el lugar en el que debe librar la batalla es la reunión mensual del Eurogrupo. El grupo de ministros de Economía de los países de la Unión Europea estaba capitaneado en aquel momento por el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble: un caramelo para Costa-Gavras, que saca partido de la parálisis del contable teutón y acaba transformando su figura en un villano de la saga de James Bond. Frente a su autoridad incontestable, el sagaz pero bisoño Varoufakis solo puede ofrecer descaro y entusiasmo. No vemos a David contra Goliat, sino a un inteligente Sancho Panza cargando inútilmente contra los molinos de viento.

Precisamente es el personaje de Schaüble, implacable en el cumplimiento de su cometido pero depositario del mítico sentido común político prusiano, el único que escapa brevemente de la gran crítica que ha recibido una película que, con el paso del tiempo, se ha convertido en el relato de referencia sobre la crisis de la deuda para la izquierda europea: no hay película de Costa-Gavras que no levante polvareda por el pretendido maniqueísmo del director heleno, por el trazo grueso y la división de un mundo complejo entre buenos y malos. Discusiones a las que no asistimos cuando las tertulias encofraban en prime time las vigas maestras de la santa iglesia del libre mercado y la prima de riesgo; críticas que no se encendieron cuando los informativos certificaban rutinariamente, a la hora de comer, la defunción del Estado de bienestar griego. Los siguientes podíamos ser nosotros.

Costa-Gavras lleva décadas ofreciendo a los huérfanos un relato contracultural verosímil y de gran calidad. Seguiremos viendo sus películas mientras encuentre la forma de hacerlas y recordaremos, con él, que en este mundo solo unos pocos pueden permitirse no comportarse como adultos. Son aquellos a los que conviene que todo siga como hasta ahora; son los que tenemos enfrente.

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