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Cinefórum LX: Walkabout

Tanto El abrazo de la serpiente (id., 2015) como Cabeza de Vaca (id., 1991), han sido dos películas que transitan por parajes salvajes en los que aún está presente una espiritualidad alejada del mundo occidental, de aquel que consideramos la modernidad. El choque de culturas y nuestro acercamiento a esas creencias que nos resultan tan extrañas como fascinantes, ha sido siempre un filón cinematográfico de primera categoría que ha ido adornándose con algunos films realmente notables. De todos modos, pocos entre ellos cuentan con el peso específico de Walkabout (id., 1971), el segundo largo de Nicolas Roeg.

El autor británico ha sido siempre un elemento extraño en el mundo del cine. Su trabajo como director de fotografía, antes de conseguir llegar a la dirección, le llevó a trabajar en La máscara de la Muerte Roja (The Masque of the Red Death, 1964) o en Farenheit 451 (id., 1966). Su primera película, Performance (id., 1968), de la que fue codirector junto a Donald Cammell y que se grabó en 1968 pero no se estrenó hasta 1970, ya era un título de culto antes de ser proyectada en ninguna pantalla, y además incluía ni más ni menos que el debut en el celuloide de Mick Jagger.

Así que, tras haber creado una obra sobre el mundo del rock y el crimen más psicodélico en Londres, Nicolas Roeg se fue a Australia buscando un nuevo mundo que explorar. Walkabout se basa en una novela que ya contiene la base de la historia, aunque no su desarrollo: dos niños civilizados se pierden en mitad del desierto australiano y se ven obligados a tratar de sobrevivir con la ayuda de un joven aborigen que se está enfrentando a su rito de paso; los tres personajes se convierten en aliados en un viaje hacia ninguna parte donde el tiempo deja de tener importancia y la supervivencia lo es todo. Además de otros elementos diferenciadores entre el libro y la cinta, destaca lo trágico del punto de partida, que en la letra escrita arranca de un accidente de avión para convertirse, en la gran pantalla, en algo mucho más oscuro.

Estamos ante una película que se centra de manera obsesiva en el intento de capturar la magia del desierto australiano. Decía Nicolas Roeg que no había casi nada planeado durante el rodaje, sino que improvisaban lo que pudiera pasar, seguramente confiando en su privilegiado ojo para encontrar escenas que mereciese la pena captar con la cámara. Para ello usó a su propio hijo como uno de los protagonistas y aprovechó al máximo las dotes para la actuación de los otros dos jóvenes, quienes llegarían a tener un gran éxito en el futuro: David Gulpilil, el aborigen, se ha convertido en uno de los más famosos actores de Australia, mientras que Jenny Agutter llegó a participar en Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981), entre otras muchas películas y series de televisión.

El acercamiento a Australia de Roeg es único, un ejercicio de lejanía casi documental que, sin embargo, consigue extraer del paisaje lo más profundo y esencial de su propia naturaleza. En momentos como el episodio de la casa abandonada o en el encuentro con el coche abandonado, es donde las cualidades casi mágicas de la cinta se dejan ver con mayor claridad. Al igual que sucederá en los mejores momentos de su posterior Amenaza en la sombra (Don’t Look Now, 1973), el maridaje realista del objetivo de la cámara con lo casi sobrenatural de los sucesos consigue crear una extrañeza enfermiza, una visión única del mundo que entronca con el realismo mágico versión británica y que convierte a Walkabout en una experiencia cinematográfica imprescindible.

Ismael Rodríguez Gómez
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