Según el Código Penal, el crimen por omisión es la no-acción ante un delito, abstenerse de prestar ayuda a quien se encuentra en una situación de peligro. El delito puede ser culposo, involuntario, accidental; o doloso, con intención dañina. Hablamos de algunos aspectos de la pandemia, una realidad que parece una película de género terror, con muertos de a miles que pronto llegarán al millón, un virus que mata por acción y medidas que delinquen por omisión.
Mientras sigue el rodaje, en Alemania comenzaron a discutir la legitimidad del Hausarrest, el encierro domiciliario. La discusión se centra en la consideración de que la orden de aislamiento es ilegítima. Los toques de queda invaden profundamente las libertades personales, dicen. Deben ser justificados, reclaman. ¿Bajo qué condiciones se pueden imponer? Nadie puede decirlo, porque «es ist eben rechtliches Neuland», es un territorio legalmente desconocido, sostienen. Más: apelando al artículo 56 de la Ley alemana de Protección contra la Infección, reclaman que cualquier persona que sea sometida a las medidas de cuarentena debido a una prueba de coronavirus positiva y sufra pérdidas financieras debería tener derecho a una indemnización. Madre mía, los habitantes del primerísimo mundo alemán lo exigen porque saben que potencialmente pueden obtener lo que en otros lares no es posible ni en sueños. Puntos de coincidencia y convergencia: la instrucción de aislamiento, tanto en tierras de oro como de paja, apunta con sensatez a proteger al sistema de salud para que no desborde; pero al mismo tiempo es innegable que la instrucción omite colectivos que no la pueden cumplir sin riesgos ni consecuencias. Cuando la ley obliga a quedarse en casa a personas que no tienen techo o lo comparten con sus agresores (el Covid-19 no respeta las órdenes de alejamiento que regula el artículo 48 del Código Penal); o deben salir cada día para obtener su sustento (porque el homeworking no es posible sin trabajo ni home), está omitiendo asistir a su población en peligro. El delito quizá sea culposo, sin voluntad dañina, pero eso no le resta daño. «Proponer a un país pobre, sin ahorros ni crédito, que no tiene cómo mantenerse en funcionamiento si se recluye a toda la población, que siga la vía del aislamiento de los países desarrollados es criminal», reclama un comentarista a pie de un artículo que discute el decreto implementado en Sudamérica. Tiene razón. Pocos resisten el maremoto de esta crisis con los recursos del yate alemán. Pero también tiene razón el presidente Alberto Fernández cuando, consciente de que no timonea Alemania sino Argentina, impone el Hausarrest apenas vislumbra la tormenta desde el otro lado del océano.
Los afortunados que podemos aislarnos bajo un techo seguro o abastecernos de víveres porque nos queda algún cash, también señalamos algunas omisiones llamativas, como la que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando informa desde un primer momento lo que ahora todos recitamos de memoria: el contagio ocurre mediante la aspiración de las gotitas de las secreciones que un infectado expulsa cuando tose o estornuda o al llevarse las manos a la cara luego de haber tocado ciertas superficies en las que se aloja el virus. El virus puede mantener su poder infeccioso dependiendo del material en el que se encuentre. En cartón y cobre, veinticuatro horas; en acero inoxidable y plástico, hasta tres días. ¿Eso es todo? Es curioso que la OMS, la autoridad en la materia, la fuente a la que todos van a beber, no mencione uno de los transportes de patógenos más eficaces: el dinero. Por lo menos en cuatro idiomas (dos de ellos, de vasto alcance, español e inglés) no se menciona explícitamente esa fuente de contagio. Hay algunas acotaciones que amagan llegar al punto, pero no lo abordan: mencionan el papel… que permanece muchas horas… lo cual nos obliga a… tomar precauciones respecto a… la mensajería y los paquetes del correo. En alemán, sorprende la poca rigurosidad del dato. «Hasta ahora, no hay evidencia de que el virus corona se haya transmitido a través de billetes», leemos. Bien. ¿Quién lo dice? ¿Una fuente médica? ¿Un reporte de laboratorio? No, un vocero del Banco Central Europeo. ¿Y quién lo ratifica? ¿Una fuente médica? ¿Un reporte de laboratorio? No, el Bundesbank, el Banco Federal Alemán. Sin palabras.
Las medidas de precaución luego de manipular dinero son las mismas que aplican en todos los otros casos, pero hay que reportarlo. Estamos en riesgo los afortunados en el supermercado pero también el indigente que pide limosna, el anciano que paga el delivery de víveres o el niño que pierde un diente… La anécdota viajó desde Buenos Aires hasta esta Berlín fría y la infectó de bienvenida ternura: vía Twitter, el presidente felicitó personalmente a un niño porque el ratoncito Pérez (eximido del arresto domiciliario a su pedido) le había dejado dinero bajo la almohada. Solo una sugerencia a Fernández y sobre todo a Pérez: que la próxima vez, por favor, lo deje ensobrado. Un mandatario puede omitir este asunto en un traspié afectivo más que entendible en su contexto, pero ¿puede hacerlo la OMS? ¿Pueden hacerlo los medios, los bancos? La lista de fuente de contagios sigue incompleta y no es clara la razón. ¿Es el código deontológico periodístico que exige no alimentar el pánico? Descartado, ya viene alimentándolo hasta el empacho. ¿Se trata de una modesta colaboración con el mercado, para evitar que la gente deje de comprar lo mínimo? Suena a teoría conspirativa, a paranoia anti consumista, pero es difícil descartarlo. ¿O se trata, simplemente, de un descuido? Nada en esta lesa humanidad circula más que el vil metal y el volátil papel y, sin embargo, nadie le ha puesto el semáforo en rojo todavía. Cuando cada portada en cada idioma notifica sobre su «primer caso de un infectado que no estuvo en zona de riesgo ni en contacto con infectados», no se pregunta si acaso ese caso no ha manipulado dinero. Tal como ocurrió, por ejemplo, en un pequeño pueblo italiano cerca de Padua, cuando murió el primer anciano que no había estado en contacto con ninguna de las vías vox populi de contagio. Las autoridades locales concluyeron que, dado que la víctima había estado solamente en un bar jugando a los naipes, alguna baraja lo había contagiado; sin pensar que antes, durante, o después del juego, el hombre había hecho lo que uno suele hacer también en un bar: comprarse un trago.
El asunto del recorrido del dinero de mano en mano, de ciudad en ciudad, entre países y cruzando la frontera, lo toma como entretenimiento el Euro Bill Tracker, un proyecto sin fines de lucro dedicado al seguimiento de euros en todo el mundo. «¿Alguna vez te has preguntado acerca de la historia que los billetes de tu billetera podrían contar? ¿Dónde han estado ya? ¿Dónde irán?», lanzan los juguetones desde su web oficial. Lejos del juego y de lleno en la realidad actual, los científicos intentan responder las dos primeras preguntas. El estudio piloto publicado el 6 de abril de 2017 en la revista de divulgación científica Plos One ilustra el asunto con claridad. «Nuestro trabajo es la primera caracterización metagenómica de la diversidad microbiana presente en el papel moneda que circula en la ciudad de Nueva York, la capital financiera del mundo», se presenta el reporte. En invierno y verano de 2013 los investigadores tomaron billetes de un dólar en la Gran manzana. Querían ver qué vivía allí. Encontraron cientos de especies de microorganismos. La comprensión de los perfiles microbianos es relevante para la salud pública, ya que el dinero podría potencialmente servir como medio para vigilar y controlar la propagación de enfermedades, arguyen, menudo detalle. El papel moneda es una ventana a la diversidad de comunidades microbianas debido a la alta frecuencia de cambio manual de moneda en el comercio, el servicio de alimentos y los viajes. Estudios de cultivo in vitro anteriores al que publicó la acreditada revista establecieron que el papel moneda puede albergar altos niveles de microbios, algunos clínicamente significativos, como los agentes causantes de la neumonía, varias cepas resistentes a los antibióticos y… virus. Aunque del total de habitantes en un billete, los virus y las Archaea (grupo de microorganismos unicelulares) representaron solo el 1 por ciento, quedó demostrado que florecen durante el intercambio comercial, de mano en mano o a través de interfases mediadoras. Por qué no se menciona este asunto es una incógnita, ya que es un hecho tan claro como el cielo en tiempos de Coronavirus. Ahora, ¿qué decir que no se haya dicho ya? Mencionamos aquí lo que podría ser una pequeña omisión, en contraste con los resbalones al borde del precipicio que veníamos viviendo. Con la loable excepción de algunas luchas (la feminista, la de Greenpeace y otras organizaciones ecologistas y humanitarias), la historia hasta cinco minutos antes del Coronavirus era una repetición de pestes sociopolíticas que suponíamos erradicadas, de racismo reciclado, de violencia misógina, de neoliberalismo destrozando los sistemas sanitarios; de un Japón planeando verter sus restos radioactivos al mar y una Europa con sus centrales nucleares a pleno; con huérfanos en las fronteras con su infancia infectada y en los televisores de la lejana allá, inanición y desidia. Es poco probable que todo ello cambie su rumbo. Es más probable que, con el fin de la pandemia, la maquinaria de las grandes potencias económicas se reactive con más fuerza, con más desesperada rabia, para recuperar el tiempo pasado, el ego alicaído, el patrimonio perdido. Lo importante es que el dinero siga circulando. Es la canción de siempre, que se repite, una y otra vez… Money makes the world go round.
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Hay dos puntos en este artículo que son Interesantes para analizar. Que tienen en común mujeres y niños en situaciones de abuso y gente con recursos precarios? A ambos grupos la pandemia mundial los deja indefensos. Entonces es aquí cuando me pregunto, será el “hausarrest” un privilegio de clase? Será el “hausarrest” una condena para las mujeres y los niños golpeados? En Argentina a pensar de estar en cuarentena obligatoria ya han sido asesinadas más de 10 mujeres y niñas en manos de esposos, novios y ex parejas. Como se los ayuda? Es la pregunta que nos carcome la cabeza. Como atender dos epidemias al mismo tiempo? Como se para el COVID-19 y el machismo?
El otro punto de interés es el tema del dinero. Hablemos de lo que queramos, pero no de dinero. Confirmar que el dinero es una fuente de contagio es una acusación muy grave al sistema en el que vivimos. Aun que, a pensar de todo, las personas entienden que es un material el cual puede estar lleno de microbios, pero no se habla. Es un fenómeno del cual no se quiere hablar, porque no nos conviene hablar de el.