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Arte y Letras

El Capitán Britania de Jamie Delano y Alan Davis: el fin de un tiempo y el principio de otro

Si nos diéramos un paseo por el cómic británico en los Estados Unidos, la tan famosa invasión británica iniciada por Alan Moore en los años ochenta, es posible que nos olvidáramos de uno de los nombres más importantes que salió del Reino Unido. Y es que ser Jamie Delano no debe ser fácil: estás condenado a ser eternamente el sustituto, el que se encargó de escribir Hellblazer después de que Moore creara a John Constantine en La Cosa del Pantano; el que se tuvo que aplicar en Animal Man tras la partida de Grant Morrison; y también el que tuvo que sustituir a Alan Moore en Capitán Britania, lidiando con las tramas abiertas por su compatriota y el ascenso al poder absoluto de Alan Davis.

El trabajo a cuatro manos en el cómic es algo muy habitual. Creer que el guionista y el dibujante son compartimentos estancos es un fallo muy habitual cuando alguien se acerca por primera vez al noveno arte. La realidad es que la narración de un guionista solamente cobra vida desde la interpretación del dibujante, y que aunque las palabras y la trama, en su concepto más general, suelen ser fruto casi único del primero, la manera en la que se nos cuentan es, a su vez, responsabilidad casi exclusiva del segundo.

Este un momento realmente bueno, por lo tanto, para reivindicar en mayor medida el trabajo realizado por el artista de Capitán Britania durante toda su etapa de Marvel UK, el nunca bien ponderado Alan Davis. El motivo es más que sencillo de entender, y es que durante la última época del superhéroe inglés fue adquiriendo más peso en la faceta creativa y estableciéndose como un autor global, guionista y dibujante, por méritos propios, liberándose de manera progresiva del peso de la figura de Alan Moore para convertirse en un auténtico guionista a la sombra de Jamie Delano.

El corazón del Capitán Britania

Si hubiese que pensar en un autor que se haya convertido en la verdadera esencia del Capitán Britania y su mundo, ese sería Alan Davis. La recuperación del personaje y su rediseño fueron en realidad un regalo para un conductor de carretillas elevadoras que vivía en el centro de Inglaterra y que, en la mitad de la veintena, estaba destinado a convertirse en una de las referencias del mundo del cómic de superhéroes. El Brian Braddock de Alan Davis se puede considerar como su verdadero regalo al medio, junto a ClanDestine, las dos obras que más parecen importarle al autor. Su legado.

Y no es para menos en el caso del Capitán Britania, porque durante su estancia en la colección fue aprendiendo de manera lenta pero segura todo lo que necesitaba saber sobre la industria. En sus primeros momentos llegó a ser famoso porque se había olvidado de dejar espacio para los globos de texto y obligó a su editor a convertir una historia de cinco páginas en una de seis, remontando las viñetas. Por suerte para todos, resulta que tampoco tenía muy claro cómo se trabajaba con ellas, así que las había enviado distribuidas casi aleatoriamente en el papel, lo que sin duda ayudó a quien tuvo que montar el número.

Alan Davis destaca, además de por su gran dibujo y sus guiones siempre efectivos, por la sensación de que nunca consigue acabar sus obras a tiempo. Con el Capitán Britania estableció historias y situaciones que no se resolverían, al menos en parte, hasta que su etapa en Excalibur estaba muy avanzada. También le pasaría con ClanDestine: allí necesitó de un cruce de colecciones con la Patrulla X, de una nueva miniserie de cinco números y hasta de una serie de tres anuales interrelacionados. La sensación viene a ser que lo peor que te puede pasar es pretender acabar de leer una historia que se inicia en un cómic de Alan Davis, porque parece que nunca sabe cerrar sus historias; que quiere vivir en ellas para siempre.

En el caso del Capitán Britania, esto es evidente, porque siempre que él está al cargo de la historia esta se trata de algo en proceso, una rueda que no para de girar y que continuamente presenta una situación inestable, en la que algo debe pasar. Da igual que Braddock pretenda retirarse de la vida superheroica, porque siempre va a resultar que ha dejado algún lazo suelto, siempre necesitará volver a ponerse el traje para salvar a todo el mundo. Tal vez ese es el elemento central de las historias de Alan Davis, la visión de un mundo sin fin, de un héroe sin límites ni cortapisas.

Cerrando tramas anteriores para liberarse

Ya hemos comentado que darle una colección a Jamie Delano parece a veces más bien un castigo que un premio. Aquí le tocaría lidiar con las ramificaciones de la etapa de Alan Moore, sumadas a un par de números firmados por Alan Davis en solitario o en colaboración con Mike Collins. Delano llegó sabiendo que había muchos aspectos a mantener y otros que modificar, todos ellos decididos antes de su llegada por Alan Davis. Así, tocaba desarrollar el personaje de Meggan; iba a tener que dejar que se acabara la pequeña trama que habían iniciado Davis y Collins con Luna sangrienta y debía convertirse en gran parte en el encargado de pulir argumentos ajenos. Una situación poco agradable pero que el inglés hizo lo mejor que pudo.

La etapa de Jamie Delano como guionista del Capitán Britania comienza atenazada en gran parte por lo que había venido antes. Así, tiene que invertir una buena cantidad de tiempo en volver a situar al posible lector, dedicando todo el primer número a ese objetivo, para después dedicar la primera saga que firma a cerrar los problemas planteados por Alan Davis en Té y simpatía. Delano y Davis parecen constreñidos por la historia que ha planteado el segundo, mostrando alguna idea interesante pero estando todavía demasiado cerca de ser una mera imitación de la narrativa de Alan Moore durante la etapa anterior. De ahí que esta saga resulte menos disfrutable que los números anteriores. Algo parecido sucederá con los querubines: parecen más un intento de hacer una historia a la manera de Moore que un trabajo de sus autores.

Finalmente se liberan cuando pueden poner su trabajo al servicio de historias sueltas, casi independientes, en las que el Capitán Britania y Meggan viajan por el espacio y hasta por el tiempo, desfaciendo entuertos y encontrándose diferentes amenazas que en ocasiones parecen más adecuadas para una historia del posterior universo de Hellboy que para un cómic Marvel al uso. Es una lástima que no dejaran que toda la etapa tuviera ese gusto por el viaje y lo inesperado, por la historia pequeña y no por la gran saga.

Todo lo que sucede a partir de la historia, magníficamente titulada, Vientos de cambio es un canto a la magia del cómic de superhéroes en su vertiente inglesa, tal vez más cercano que nunca a ese Doctor Who moderno que buscaran Alan Davis y Dave Thorpe en los inicios de la colección. Por en medio, hasta se permitirán juguetear con la trascendencia en la historia llamada Qué duro es ser un héroe.

Desarrollando secundarias

La mejor y más importante aportación del tiempo de Jamie Delano junto a Alan Davis en la colección del Capitán Britania, contando con la ventaja del paso del tiempo, será sin ninguna duda el desarrollo de dos personajes secundarios que acabarán teniendo mucha importancia en el universo Marvel, sobre todo uno de ellos. Para aumentar la trascendencia del suceso debemos tener en cuenta que ambos personajes serán femeninos, algo que no era lo más habitual en la época ni, tristemente, a día de hoy.

El primer caso es Meggan. En un principio parecería que iba a ser un personaje episódico más, una mutante de aspecto terrible que era capturada por el gobierno durante el ascenso al poder de Jaspers y que servía para simplemente poner voz a los oprimidos. Pero lo que podía haber quedado en una anécdota se convirtió en un personaje central para Excalibur y la saga del Capitán Britania. Descubrimos que su aspecto era solamente una crisálida desde la que surgirá la verdadera Meggan. Lo mejor es que, sin embargo, su personalidad ya estará claramente marcada desde el principio, con su aspecto más bestial.

Meggan es en realidad una adolescente que no entiende demasiado el mundo que la rodea, criada entre series y películas en la televisión, asustada de la gente y que solamente encuentra en Brian Braddock un espíritu gemelo que la entiende y respeta desde el principio. La historia de amor de Meggan y el Capitán Britania es una de las grandes sagas escondidas del universo Marvel, una que por suerte a día de hoy parece tener un final feliz que responde en gran parte a las intenciones de un Alan Davis que parece que gustaba de crear triángulos amorosos, pero que sabía que al final Meggan y Braddock estaban hechos en uno para el otro.

Más interesante es el caso de la hermana del Capitán Britania, Elizabeth Betsy Braddock. Está con nosotros desde el principio de la historia, tiene poderes mentales y es una mujer fuerte que formó parte del servicio secreto británico y se enfrentó ya a grandes peligros. Pero también un personaje algo infrautilizado que necesitará un fuerte empujón para convertirse en una de las mayores adiciones a la Patrulla X después de la refundación del grupo por parte de Chris Claremont, que de todos modos fue el guionista que hizo que cruzara el charco.

En la etapa de Jamie Delano descubriremos que tiene una faceta casi maternal, buscando proteger a los pobres querubines, los niños mutantes que empleaba para sus fines el gobierno. También sabremos que sus poderes son mucho mayores de lo que parecía cuando es capaz de encargarse gracias a ellos de un Capitán Britania de otra dimensión, el malvado Kapitán Britano, un giro más sobre el peligro nazi en Inglaterra. El caso es que todos esos sucesos terminarán haciendo que con la partida de su hermano se decida a tomar el manto de protectora del Reino Unido y se convierta en la nueva Capitana Britania, entrenada por la Capitana Reino Unido, Linda McQuillan.

El resultado de esa decisión se desarrolla en el episodio llamado Qué duro es ser un héroe y que ya menos mentado anteriormente. En el mismo, descubriremos que ser una heroína es más difícil de lo que parece y que hasta Betsy Braddock puede sufrir una derrota a manos de un antiguo enemigo de su hermano. El traumático resultado del combate con el Maestro Asesino hará que el camino de Betsy se dirija hacia cierta mansión del norte de Westchester, a ponerse un nuevo traje y a hacerse llamar Mariposa Mental. El resultado será uno de los personajes más populares del universo mutante, sobre todo después de un complejo y a veces delirante cambio editorial tras pasar por el Lugar Peligroso y acabar convertida en una asesina japonesa de escasos ropajes. Recientemente, esta transformación, muy criticada por su objetivización del cuerpo femenino, aderezada además con una buena dosis de exotismo asiático, ha sido revertida en la saga de Búsqueda de Lobezno. Veremos lo que dura el tema.

Desde luego, la representación de la mujer no era precisamente el punto más fuerte del cómic británico o americano de inicios de los años ochenta. En la mayoría de las ocasiones, los personajes femeninos servían solamente como excusa para las aventuras de sus parejas y para aportar un elemento de excitación adolescente en los lectores. Tengamos en cuenta que una idea como la mujer en el frigorífico no será verbalizada hasta 1999, y lo será haciendo referencia a un cómic de 1994. Es decir, que el panorama no era muy esperanzador y por eso trabajos como el de Jamie Delano y Alan Davis son importantes, porque fuera de las convenciones de su tiempo decidieron que hacían falta personajes femeninos fuertes que pudieran servir para algo más que para mover la trama.

Y es cierto que, en parte, Betsy Braddock es el catalizador del regreso del Capitán Britania a su puesto; pero no lo es menos que en ese momento Alan Davis ya debía saber algo de lo que iba a pasar con un personaje que sería recogido por Chris Claremont, el mismo guionista que le convenció para hacer Excalibur. También que Meggan no deja de parecer la pareja del héroe, pero que al mismo tiempo es una mujer libre y que tiene tanta trascendencia o más que el Capitán Britania en sus aventuras. Juntas forman una pareja de personajes femeninos de enjundia que solamente hacen que echemos de menos una mayor presencia de la Capitana Reino Unido, definitivamente olvidada por un Alan Davis al que se nota que le gustaba mucho menos que a Alan Moore.

Preparando el futuro

Es curioso que a uno le cueste ver el Capitán Britania de Jamie Delano y Alan Davis como el final de un camino. A pesar de que recoge lo plantado por los creadores anteriores, no deja de tener un regusto a prólogo de lo que tenía que venir; de planteamiento de lo que el dibujante y coguionista trataría de contarnos con Excalibur, una serie que arranca tras la situación planteada en la última página del Capitán Britania, con Meggan y Brian Braddock en su faro, felices y dispuestos a acudir al rescate de los inocentes.

Todavía faltarían por llegar a su mundo Rachel Summers, Kitty Pride, Kurt Wagner y toda una sucesión de personajes de diferente calado. Alan Davis seguiría en Excalibur, con ocasionales desapariciones por causas mayores, hasta el número 67. Volvería a su etapa en el grupo británico a lo largo de ClanDestine, demostrando que tal vez nunca haya abandonado ese mundo. Y eso es gracias a que las historias que crea para él siempre son eternos principios que, en lugar de finales reales, siempre plantean nuevos puntos de partida.

El verdadero Alan Davis, el que terminaría convirtiéndose en un autor de éxito mundial y firmando obras como El clavo, nacería seguramente en este periodo del Capitán Britania. Liberado del peso de tener a Alan Moore vigilándole y confiando en la camaradería de Jamie Delano, fue tomando el control de la historia y mostrando los lugares comunes que después irán apareciendo en toda su obra, consiguiendo que por una vez la obra fuese más suya que del guionista oficial. Era su Capitán Britania, el de Alan Davis y no el de Dave Thorpe o Alan Moore, el que había llegado para quedarse y vivir en el universo Marvel hasta nuestros días.

Ismael Rodríguez Gómez
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