El Metro y el abismo – 21 de marzo
La violencia, la locura y el miedo han tomado el metro de Nueva York, y las autoridades han enviado al ejército y a la policía. 750 soldados de la Guardia Nacional y más de mil agentes patrullan los andenes. El despliegue, por ahora, no evita la violencia. «Me voy, me voy», dice la pasajera sin dejar de grabar mientras dos hombres se pelean con navaja y pistola en el vagón. Uno de ellos acabará con una bala en la cabeza. El vídeo es viral, como todo lo sensacional. En otro, los viajeros se acuclillan en el suelo mientras la disputa se resuelve a tiros. La cámara tampoco se detiene. La muerte en directo se paga en dólares y fama, likes, las divisas que permiten escapar brevemente de la irrelevancia subterránea de las vidas trabajadoras.
Un palacio para el proletariado, eso quería ser el metro de la Moscú soviética. Al periodista Tucker Carlson le ha impresionado en su reicente visita a Rusia. El trumpismo destaca virtudes ajenas para señalar la decadencia propia y justificar el eslogan del líder. Volver a la grandeza estadounidense, sin embargo, no pasa por rescatar a los más desamparados del capitalismo. Como los locos de los andenes del metro de Nueva York. La nueva psiquiatría vació los manicomios pero apenas dio alternativas. El suburbano es el único hogar para cientos de sin techo desequilibrados o lisiados por el alcohol, las drogas o la guerra. «Toda violencia desorganizada es como un ciego con una pistola».
Chester Himes hablaba de Harlem, y la condena a la violencia del gueto para negros y latinos. El metro de Nueva York es mayoritariamente pardo y negro: los colores de los trabajadores de sueldos más bajos que se mueven en transporte público. La demografía suburbana neoyorquina no es muy diferente a la de Londres o París, donde el metro también se degrada por falta de mantenimiento. En año olímpico, la capital francesa mostrará, sin embargo, una amable cara sostenible de bicicletas y bulevares. La inversión en ciclovías es menos costosa que en túneles, catenarias, máquinas y vagones. La austeridad ha convertido a la proletaria bici en chic.
El mal suele venir del subsuelo. El Hades griego y el averno cristiano están en el corazón de la tierra, quizá porque bajo ella es donde solemos dejar a nuestros muertos. El siniestro Joker de Joaquín Phoenix se encontraba a sí mismo en un vagón de metro de Gotham, Nueva York en viñetas; y el Batman crepuscular de Frank Miller debía enfrentar a un ejército de sombras salido de las cloacas. El caballero oscuro de Nolan también enfrenta una rebelión subterránea que establece tribunales de excepción contra los ricos de la superficie. Batman es reaccionario, trabaja para el poder, pero también es un guardián silencioso, un vigilante protector, al que ama y odia el pueblo del abismo.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.
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Que vengan al metro de Ciudad de México, si tienen huevos; el de Nueva York nos parece una guardería.