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Estatuas al suelo de árboles caídos – 15 de octubre

En Ciudad de México van a cambiar su estatua de Colón por la figura de una indígena. La Joven de Amajac ocupará el lugar del navegante. En realidad, hace un año que Colón ya no está en su pedestal del Paseo de la Reforma de la capital mexicana. Lo quitaron para evitar actos vandálicos. Mientras llega la efigie de la joven huateca, feministas han ubicado una escultura de una niña con el puño en alto. Es la exhibición de los dolores del México de hoy, escribe el corresponsal Iñigo Herraiz: en México, entre enero y agosto, fueron asesinadas quinientas ocho mujeres. La niña del puño habla de ellas cuando ya han muerto.

En Estados Unidos, solo tres de las cincuenta personalidades más veneradas en estatuas públicas son mujeres. Hay once veces más figuras de sirenas que de diputadas: es el triunfo de la mujer en sentido figurado. Figurativa. Decorativa. Estados Unidos ha honrado notablemente más a sus esclavistas. Helena Villar describe en su libro sobre la cara oculta del sueño americano cómo, cada 4 de julio, se venera a George Washington en su antigua residencia, pero se ignora el cercano cementerio con las tumbas de los quinientos setenta y siete esclavos que vivieron, trabajaron y murieron a su servicio. La iconoclastia posmoderna solo hace leña de árboles caídos.

La estatua de Saddam Hussein cayó en Bagdad bajo vigilancia de los marines. Fue el evento más escenificado desde la colocación de la bandera estadounidense en Iwo Jima, escribió Robert Fisk. Los yihadistas del ISIS también comprendieron que tan importante es destruir las imágenes enemigas como filmar y transmitir la ruina. En Palmira usaron martillos y sierras radiales, símbolos del califato como el Corán y el kalashnikov. En la URSS, decenas de estatuas de Lenin cayeron junto al telón de acero. Los bustos acabaron en el rastro: los viejos los saldaban junto a todo tipo de bienes personales porque el capitalismo vence gritando libertad pero no pensión ni agua caliente.

En Estados Unidos, la ola anti-estatuas de esclavistas ha conseguido que se derriben o retiren apenas el 0,6 por ciento de las casi cincuenta mil figuras históricas que decoran el país. La cultura de la cancelación americana no puede competir con el gran genocidio de monumentos que estremeció a Europa con la caída del Muro. Bajo el cabo Tarjankut, en el Mar Negro, el buzo Vladimir Borumenski dio a las figuras de líderes comunistas una segunda vida acuática, entre peces y líquenes. Luego otros añadieron una torre Eiffel, un puente de Londres, símbolos de un poder que la Historia tampoco absolverá y también cubrirá, gracias Alfonsina Storni, con un mar de puntas erizadas.

 


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

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