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Lawfare: golpes judiciales manchados de sangre – 17 de marzo

La justicia brasileña ha anulado las sentencias contra Lula que le habían apartado de la política y metido a la cárcel. El Supremo de Brasil ha determinado que el tribunal que le juzgó y condenó por corrupción no tenía competencias para hacerlo. Lula da Silva ya estaba en libertad, pero ahora, además, podrá presentarse a las elecciones del año que viene. El lawfare, el golpe judicial, no tiene reparación: le impidió competir con Bolsonaro, lo que acercó al ultraderechista al poder. La mitad de los ministros del capitán Bolsonaro son militares, que además se han triplicado en puestos intermedios de la administración. Los uniformes mandan sin disparar.

En Bolivia, Jeanine Añez ha sido detenida por rebelión y conspiración. La expresidenta de facto también utilizó una artimaña judicial para asaltar el poder. En este caso, la entonces oposición boliviana se sirvió de un informe de la Organización de Estados Americanos para acusar a Morales, su gobierno y su partido de organizar un fraude electoral. Nunca se demostró. También denunciaron a Morales por genocidio y terrorismo. En Bolivia, el lawfare golpista fue acompañado de un despliegue de policías, militares y paramilitares. Pero no se pusieron al frente: hasta en las fotos salían detrás de Añez, mientras la mujer del golpe juraba sobre la Biblia.

Los golpes judiciales no son pacíficos: se asientan sobre la violencia contra las bases de los líderes a batir. En Brasil, en 2018, pocos meses antes de la victoria de Bolsonaro, fue asesinada la concejal Marielle Franco: era feminista, negra y de izquierdas. La mató una milicia de Río vinculada a la familia del presidente y que comparte su ideología: bala contra bandidos… y pobres. En Bolivia, a Patricia Arce, alcaldesa de Vinto durante el golpe de 2019, casi la linchan. La obligaron a caminar descalza durante kilómetros, le raparon el pelo y le arrojaron pintura roja por todo el cuerpo. Hoy escribe: «a pesar de que intentaron doblegarme, siempre estuve de pie y nunca de rodillas».

La retórica revolucionaria no pasa de moda en una América Latina que a veces escribe su historia en forma de espiral: abajo, arriba y vuelta a empezar, según metáfora del periodista Jon Lee Anderson. Las grandes plumas sobre el continente escriben en inglés: Anderson, Andy Robinson. No es colonialismo, es que tienen acceso a las fuentes estadounidenses. Galeano apuntaba al Norte como fuente del mal: y «el miedo que nos gobierna». En aquellos tiempos efectivamente revolucionarios, las armas sí eran la ley. Hoy Sergio Moro, el juez que mandó a Lula a la cárcel, trabaja para una consultora estadounidense. El golpista del siglo XXI prefiere el oro al trono.


Notas de extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla aquí.

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