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Lo que sé de los vampiros (IV): el vampiro folclórico y la fuerza invisible

Vistos ya los dos tipos más populares de vampiros literarios del siglo XIX, el aristocrático y la femme fatal, nos queda aproximarnos a los otras dos categorías señaladas por Christopher Frayling, las cuales, pese a gozar de menos profusión que las ya comentadas, resultan igual de interesantes y decisivas en el devenir de la figura del no muerto en la cultura popular. Hablamos del vampiro folclórico y la fuerza invisible.

El vampiro folclórico 

Aunque autoras como la británica Eliza Lynn Linton se acercaron al vampiro bestializado del folclore eslavo de forma interesante, por razones evidentes este va a ser un prototipo que corra especial fortuna en el Este de Europa; especialmente en la potente literatura rusa, en la que nombres como Aleksei Tolstoi, Aleksándr Pushkin, Nicolái Gógol, Alexandr Afanasiev o Iván Turguénev propondrán un reflejo literaturizado y dotado de carga alegórica del mismo.

Este vampiro va a combinar la herencia mitológica de los antiguos eslavos, origen de supersticiones vampíricas (vurdalaksupiros, strigoii…), con un gusto romántico por las historias góticas de terror. Es una criatura que rescata la idea de muerto impuro, tanto de época precristiana, asociada a los fallecidos de forma violenta, prematura o a personas viles en vida, como de época cristiana, vinculada a infieles y niños sin bautizar. En la cultura rural eslava se temía a estos muertos impuros al considerárseles el origen de toda clase de calamidades (incluidas las climáticas), de ahí que se desarrollasen una serie de tradiciones que buscaban tanto proteger mediante conjuros el interior de las casas y sus proximidades, como acabar con los cadáveres condenados para que sus almas se liberasen. Este miedo irracional sería captado de forma excepcional por Pushkin en su poema de 1834, El vurdalak, aunque fue Tolstoi quien alcanzó los logros literarios más populares al respecto.

Primo lejano de León, Aleksei Tolstoi fue un escritor ruso que llegaría a ser reconocido por su compatriota Turguénev como uno de los maestros del relato fantástico moderno. Tal es así que visitó de forma recurrente la figura del no muerto, destacando el relato La familia del Vurdalak (1839) y la nouvelle titulada Upires (1841), aquí traducida en ocasiones como El vampiro. En el primero, narración escrita originariamente en francés y publicada póstumamente en 1884, Tolstoi recoge la creencia eslava de que los vampiros se alimentan exclusivamente de familiares y cuenta la historia de un diplomático que, cruzando un pueblo serbio, verá cómo los miembros de una familia van sucumbiendo al ataque de un vampiro. En Upires, «la primera novela de vampiros escrita en Rusia» según Castelló e Iberlucía, utiliza la figura del no muerto para satirizar a la sociedad rusa, especialmente a la clase aristocrática, a la que vincula, como Voltaire, con el carácter parasitario de los vampiros.

El vampiro eslavo es, en cierta manera, otra cara de la misma moneda de la romantización byroniana del mito en cuanto representación de la naturaleza oscura del ser humano. Además, en ocasiones, estará revestido de las mismas lecturas políticas o de clase, y de las mismas connotaciones sexuales. Pero donde Polidori y demás proyectaban un ennoblecimiento de su figura, Tolstoi y compañía insistirán en su aspecto y condición monstruosa, cultivando así una poderosa atmosfera de terror que evoca el pavor irracional que el vampiro despertaba en las sociedades rurales eslavas. Esta dualidad se verá reflejada de forma brillante un siglo más tarde por Anne Rice, autora norteamericana en cuya reescritura personal de la cosmogonía vampírica dota de una sensibilidad romántica a los sofisticados vampiros del Nuevo Mundo y de la Europa occidental, para, en contraposición, zombificar a sus descerebrados congéneres eslavos.

La fuerza invisible (y el vampiro psíquico)

Siguiendo la clasificación de Frayling, podríamos hablar de una última categoría dentro del vampiro de las letras del XIX: la fuerza invisible, especie de parásito inaprensible que se alimenta de la energía del ser humano.

Este prototipo es perceptible ya en un relato pionero como ¿Qué era eso? (1859), del irlandés Fitz James O’Brien: el protagonista, bajo el efecto del opio y sugestionado por lecturas siniestras, es atacado por una misteriosa criatura invisible procedente de otra realidad. Identificable como una posible presencia vampírica, o, directamente, como una proyección de los demonios interiores del protagonista, la criatura de O´Brien parece una influencia evidente en otro relato seminal, El horla, escrito en 1876 (pero publicado en 1887) por el francés Guy de Maupassant. En este cuento, en forma de diario, el narrador sufre el ataque invisible de una presencia que le visita por las noches y que poco a poco va drenando su vida; un ente incorpóreo que pertenece a otro universo y que interrumpe en el del protagonista amenazando su existencia. Nadie lo puede ver, pero él siente su aterradora presencia. Es posible que los síntomas de la sífilis, enfermedad que Maupassant heredó de su padre y que le llevaría a la locura y a la muerte, se escondieran bajo esta pesadilla.

Desde una perspectiva clásica decimonónica puede no considerarse al ser del El horla y al de ¿Qué era eso? como un vampiro. De hecho, el propio Maupassant reescribió su relato en tres ocasiones y desde la segunda retiraría tal apelativo a la hora de describirlo (aunque, posiblemente, lo hiciese más motivado por la ambigüedad narrativa que por desvincularse con una posible etiqueta errónea). No obstante, la influencia de ambos relatos es enorme, especialmente del segundo, siendo la referencia inequívoca para autores que, como Arthur Conan Doyle (El parásito, 1894), Florence Maryatt (La sangre del vampiro, 1897), Emilia Pardo Bazán (El vampiro, 1901) u Horacio Quiroga (El almohadón de pluma, 1905), buscarán explorar el vampirismo a través de unas criaturas que fuesen más allá de los tópicos romántico-góticos más conocidos. Tal es así que en todas estos ejemplos podemos identificar la génesis del vampiro psíquico o emocional, motivo que va a tomar forma en el siglo XX por medio de la cultura popular (incluido el satanismo), hasta ser incorporado por la psicología moderna. Que hoy, el miembro que más nos asuste del satírico aquelarre vampírico de Lo que hacemos en la sombras (HBO, 2019-) sea un vampiro energético como Collin Robinson, boutade incluída, deja a las claras lo vigente y plausible de esta tipología.

Para terminar, decir que todas las categorías tratadas en este recorrido hasta ahora de cuatro artículos van a aparecer mezcladas, en mayor o menor medida, a finales de siglo XIX en el conde Drácula. El personaje de Bram Stoker, espoleado por la impronta constante de la novela desde su publicación (1897) y por el hecho de convertirse en uno de los primeros iconos de la cultura de masas (teatro, cine…), es considerado el epítome del vampiro clásico, precisamente, por su capacidad de sintetizar los grandes motivos decimonónicos del tema. Pero, para conocer esa historia en más profundidad, esperaremos a que el propio Conde nos invite a su castillo en nuestra siguiente velada.


  • Bibliografía:
    • Agustí Aparisi, C. [Carme] (2018). La aportación de Calmet a la creación de tópicos en la literatura vampírica. Cédille, revista de estudios franceses, Nº 14, 15-45.
    • Alcalá, C. [César] (2009). Todo lo que debe saber sobre los vampiros. Belacqva.
    • Arries J. [Javier] (2007). Vampiros. La historia de nuestra eterna fascinación por el señor de la noche. Zenith.
    • Borrmann, N. [Norbert] (1999). Vampirismo. El anhelo de la inmortalidad. Timun Mas.
    • Calmet, [Augustin] (2017). Tratado sobre los vampiros. Reino de Cordelia.
    • Frayling, C. [Christopher]. (1992). Vampyres: Lord Byron to Count Dracula. ‎Faber & Faber.
    • Groom, N. [Nick]. (2020) El vampiro. Una nueva historia. Despertaferro ediciones.
    • Ibarlucía, R. [Ricardo] y Castelló-Joubert, V. [Valeria]. (2002). De Polidori a Lovecraft. Adriana Hidalgo editora.
    • García Chapinal, L. [Luís]. (2021). Vampirismo. Entre la realidad y la leyenda. Balazote Libros.
    • Tolstoi, [A]. (2009). El vampiro. La familia del vurdalak. Alianza Editorial.

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