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«Love Life» de Adrian Tomine: En sentido literal

Cuando a principios de diciembre de 2020 un trabajo de Adrian Tomine* ilustró la portada de The New Yorker , hubo una notable repercusión por parte de publicaciones de todo el mundo que correspondieron, de un modo u otro, expresando lo acertada que había sido la propuesta.

La ilustración muestra a una chica con ropa de andar por casa de cintura para abajo y ropa de vestir de cintura para arriba, maquillaje en el rostro y alhajas, que mantiene una copa de vino frente a un ordenador portátil, sonriente y triunfante. Pero en la ilustración esa es la única parte que brilla, ya que el resto de la habitación y de la casa es un desastre acumulando desorden y suciedad por todos los rincones.

En una revista encabezaron el titular del artículo que referenciaba esa portada, diciendo lo muy acertada que era para describir el contexto actual en el que nos encontramos. También se indicaba lo mucho que nos representaba esta ilustración. Esa publicación se compartió en redes sociales y no tardó en tener, a su vez, una abultada repercusión en forma de comentarios de gente que, afirmaban, no se sentían identificados con la ilustración y mucho menos los representaba. Paradójicamente, el motivo común por el cual no se sentían reflejados era la suciedad que se mostraba en toda la imagen, en la que se veía platos sucios en la cocina, un salón desordenado y, alrededor de la chica, embalajes, mascarillas, guantes, vasos de cartón, bolsas de aperitivos y una numerosa cantidad de residuos esparcidos por toda la estancia. En algunos de los comentarios afirmaban que sus casas no se parecían a semejante vertedero; otros insinuaban que solo de ver la suciedad de la imagen ya sufrían ansiedad, que no serían capaces de vivir en un lugar así; incluso hubo casos de personas que reaccionaron y respondieron con hostilidad.

Quienes moderaban las redes sociales de la revista tuvieron que explicar el por qué del titular y justificar lo expuesto, indicando que cuando decían «nos representa» no se referían en sentido literal, sino a los muchos aspectos que representaba la ilustración: el aislamiento en casa al que nos habíamos visto obligados a permanecer, el contacto con otras personas a través de aparatos tecnológicos, la generalización del uso de gel hidroalcohólico, las mascarillas, los guantes… Pero los comentarios seguían llegando y, comentario tras comentario tenían que estar justificando el titular de turno.

Love Life Adrian TomineLos lectores incomodados no se detenían ni un segundo a pensar que todos esos embalajes y residuos no podían estar dócilmente depositados en una papelera, porque en ese caso no aparecerían en la ilustración, sino que estarían en alguna bolsa de basura en la cocina o ya depositadas en el propio contenedor. Toda esa gente escandalizada por la apreciación del artículo no se paraba a pensar que, tal vez, en lo que se quería incidir era en el uso generalizado de mascarillas, gel, guantes… por parte de una sociedad que poco antes no lo hacía (de esos cambios que de la noche a la mañana se vuelven costumbres) y de que, a pesar de su necesidad para evitar la propagación de un virus, son a su vez un problema para el medio ambiente, ya que no se ha tenido en cuenta la grave contaminación que estos artilugios pueden ocasionar (recayendo una vez más en el problema de causar un grave problema para solventar otro). Tampoco se detuvieron en reflexionar sobre las referencias al consumismo descontrolado: el encierro provocó un incremento exponencial de compras en tiendas online que vieron cómo la gente adquiría a gran escala todo tipo de productos. Y a la propia dependencia sistemática del ser humano, por la cual aboga el capitalismo más radical: depender de otros hasta para los aspectos más sencillos del día a día.

Pero, por supuesto, no se detuvieron ante ninguna otra posibilidad: simplemente veían toda esa suciedad que rodeaba a la chica de la ilustración; solo veían basura por todas partes y, como es obvio, eso no nos representa. ¿Quién se va a sentir identificado con la suciedad?


*Adrian Tomine nació en 1974 en Sacramento, California. Comenzó su carrera como dibujante auto-publicándose Optic Nerve, cuando apenas contaba con dieciséis años. A los veinte, la editorial Drawn & Quarterly le ofreció su primer contrato editorial. A lo largo de los años se han publicado numerosas recopilaciones de sus cómics. Desde 1999 colabora con The New Yorker. En España se han publicado algunas de sus obras: La soledad del dibujante (Sapristi, 2020), Intrusos (Sapristi, 2020), Rubia de verano (ediciones La cúpula, 2018), Sonámbulo y otras historias (ediciones La cúpula, 2018) y Escenas de un matrimonio inminente (Espacio Sinsentido, 2012).

Rubén J. Triguero
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