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Mercado caníbal de sangre – 12 de octubre

En Brasil discuten si se puede exportar la sangre de los brasileños. Concretamente, el plasma: amarillento, salado y arenoso. El Senado ha dado el primer paso para cambiar la Constitución y permitir que empresas privadas extraigan y vendan plasma humano. Los políticos que defienden la medida alegan que el sector público no es capaz de producir suficientes hemoderivados y creen que el mercado los salvará. El gobierno está en contra. Jacques Wagner, voz de la Sanidad de Lula, argumenta que, una vez en manos privadas, la sangre brasileña podrá exportarse y terminará curando a enfermos ricos. La sangre es como la soja y el hierro: materia prima para un mercado caníbal.

El cuerpo humano es una línea que no es roja para los mercaderes. En el mismo Brasil, una red criminal enviaba a personas sanas al extranjero para que les extrajeran órganos a cambio de un aguinaldo. Las operaciones se hacían en Kenia, donde esperaba el receptor. La trama era de origen israelí, porque en Tierra Santa no abundan las donaciones de órganos: hay intérpretes de la palabra divina que creen tanto en la vida eterna que se olvidan de la terrena. El receptor israelí esperaba su órgano en una habitación; el brasileño, de una barriada cualquiera de Recife o Salvador, en otra. Un riñón le compraba una moto al vendedor. Dios no miraba en tierra de leones.

En Estados Unidos, también son los pobres quienes venden su sangre. Helena Villar habla con algunos de ellos en Esclavos Unidos. «Es dinero rápido y extra», le dice Michele, que vende su plasma dos veces por semana en Baltimore. A los donantes fieles llegan a pagarles siete dólares por donación, lo que tampoco les saca de pobres. Hay premios en fechas como Black Friday, cuando crece la demanda de una sangre roja y negra o latina. En esos mismos barrios de empleados de la jeringuilla que retrató David Simon, los donantes conviven con las víctimas de la heroína y el resto de opiáceos. The Wire recomendaba seguir la pista del dinero que se amasaba con el dolor.

El sistema colonial extraía las riquezas de los países conquistados y las trasladaba a la metrópoli, para lo que contaba con la complicidad de una élite local. Sangue bom, sangre buena, dicen en las calles de Brasil cómo sinónimo de buena gente, colega, amigo. Hermano. «Amigo de fe, irmão, camarada», cantaba Roberto Carlos ingenuamente a la fraterna amistad cuando en Brasil gobernaba una dictadura militar que se envolvía en la bandera para luchar contra el comunismo. Hoy los hijos políticos de aquellos generales que torturaban y mataban en nombre de la patria están dispuestos a vender la sangre nacional: han comprendido que el dividendo es la única escritura sagrada.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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Víctor García Guerrero
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