Seriéfilo: diciembre de 2022
Llega el fin de fiesta. Se apagan las luces, ya no suena la música y la ginebra regresa a su función, quizá menos glamourosa, de desinfectante de barra de bar. Impasibles, aferrados a la última copa, un grupúsculo de solitarios anónimos se niega a abandonar la sala, revelándose contra el amanecer. Muchos (yo mismo, por ejemplo) se empeñan en dar carpetazo al año a mitad de diciembre, con cientos de tops y rankings; mientras tanto, unas cuantas series outsiders, que ni entienden ni quieren entender de calendarios, se agolpan en el trastero. Son los verdaderos últimos coletazos del año seriéfilo, el final de verdad, el que llega con fuegos artificiales alrededor de todo el mundo.
Una de esas series es la japonesa Alice in Borderland (Netflix), que tuvo que ver como su propuesta de juegos y muerte pasaba desapercibida para que, poco después, con una fórmula similar y en la misma plataforma, la coreana El juego del calamar (también en Netflix) se llevase la fama. En esta segunda temporada, la serie intenta explicar y filosofar en torno a esa realidad paralela en la que hay que competir contra otra gente, en distintos juegos, y en la que el que pierde muere. Las explicaciones ralentizan la serie que, simplemente, pide a gritos juegos mortales lo más ingeniosos posible. Y es este aspecto el que los creadores han intentado pulir y mejorar, con juegos más elaborados, más largos y más complejos. Sigo quedándome con la primera temporada, más centrada en la acción, más frenética, pero este segundo asalto matiza a los protagonistas y le intenta dar un trasfondo a todo lo que ocurre, manteniendo el espíritu de la serie.
Otra que vuelve es The White Lotus (HBO), que sigue empeñada en sacar los colores a la alta sociedad, esta vez cómodamente instalada en un hotel de lujo en Sicilia. Enredos, despotismo y sarcasmo, como en su anterior temporada, pero sabiendo reinventarse para no repetirse. La producción mantiene elementos icónicos como la importancia de la figura del encargado del hotel, la muerte de algún personaje en los primeros minutos de la temporada o la presencia de Tanya, la despreocupada, naif y algo despistada millonaria que ya dejó huella en el hotel de Hawái y que, de alguna manera, recoge la esencia de la serie.
Muy lejos de este género, hacía tiempo que no se renovaba el escaparate de las series de televisión bélicas. Ha ocurrido justo al final del año, con Los hombres del S.A.S. (HBO), una producción macarra, violenta y que supura adrenalina y mala leche. Es decir, una serie divertidísima. Seguiremos las desventuras de unos inadaptados, todavía más torcidos por el combate, integrados en las fuerzas especiales del ejercito inglés que luchó en el frente norteafricano de la Segunda Guerra Mundial. Con una banda sonora muy cañera y personajes siempre pendencieros, la fiesta está servida.
Frente a la brisa fresca que llega desde el desierto, la fantasía pincha en la recta final de 2022. El estreno de The Witcher: El origen de la sangre (Netflix) muestra todo lo malo que habita la franquicia. Historia floja, personajes poco desarrollados y una narrativa irrelevante. Que no aparezca Henry Cavill influye, desde luego, para mal. Sin el concurso de Geralt de Rivia mucho tienen que mejorar las prestaciones de la serie si esta quiere sobrevivir a la marcha de su gran estrella.
Todo lo contrario le sucede a The English (BBC / Prime video), un western preciosista con una impresionante fotografía y una buena historia sobre el proceso por el que los nativos fueron despojados, a sangre y fuego, de sus tierras. Violenta y salvaje, pero también bella y sentimental, The English muestra lo mejor y lo peor del ser humano: cuando la moral es solo un estado de ánimo, surgen el sufrimiento y, también, las más tremendas vaqueradas.
Si hace un par de párrafos comentaba que este mes la fantasía pinchaba, también se puede decir que la ciencia-ficción flaquea. The Peripheral (Prime Video) revela dos momentos de un futuro sugerente: uno, más cercano, en 2032; otro, más lejano, en el año 2099. Para ambos hay buenas ideas y tramas molonas que saben desarrollarlas. La historia emplea el típico juego del escondite en el que varias facciones intentan buscar algo (o alguien), poniéndose la zancadilla entre ellas y dando lugar a mucha acción, giros de guion y momentos de tensión Todo eso está bien, pero el problema llega a la hora de unir las dos líneas temporales de la serie: la estrategia empleada se convierte en una idea muy enrevesada que se intenta explicar de forma coherente, pero no logra dejar de ser fastidiosamente rocambolesca. El modo en que se involucra a los personajes del 2032 en la historia de 2099 es demasiado aleatoria y no compensa los enredos que surgen al intentar dar sentido al conjunto. Así, una serie que resulta entretenida gracias a los artilugios que crea, las escenas de acción y la interpretación de Chloe Grace Moretz, comienza a dar vueltas sobre sí misma como una peonza hasta que pierde fuerza y, finalmente, se cae. Una pena.
Mientras tanto, los creadores han comenzado a explotar sin mesura un filón que estaba frente a sus narices: las empresas que les rodean, las start ups y unicornios que están tan de moda por los beneficios multimillonarios que prometen, suelen tener detrás creadores y directivos muy poco convencionales. Y algunos de ellos tienen historias que, de conocerse (y ahora van a conocerse), sorprenderán a más de uno. Dicho y hecho: este año ya hemos visto series sobre Uber, WeWork, Theranos… Y para cerrar el 2022, llega la serie que nos cuenta la trayectoria de Spotify. La Playlist (Netflix) explica cómo surgió la app en la que millones de personas de todo el mundo escuchan música diariamente. La producción tiene como principales reclamos las reticencias de las grandes compañías discográficas, las discusiones entre sus creadores sobre el modelo de negocio a seguir y, también, el impacto de su disrupción en la vida y obra de los artistas.
Y no podemos acabar sin una comedia para empezar el año con una buena sonrisa. Sim embargo, lo que nos ofrece Borja Cobeaga con No me gusta conducir (TNT) va mucho más allá. Un profesor universitario de 40 años (Juan Diego Botto) decide sacarse el carné de conducir. Simple. Pero, a partir de aquí, encontramos una catarata de momentos cotidianos e hilarantes en los que todos nos veremos reflejados; dos profesores de autoescuela, David Lorente y Carlos Areces, que adelantan a todos por la izquierda; y, también, un punto de ternura que le da un toque amable y profundo a la serie. Comedia redonda, muy bien escrita y compensada, de ritmo ágil y que se cuela, sin duda, entre las mejores comedias del año.
Hasta aquí ha llegado un año que se preveía bueno y que ha superado todas las… Esperad, porque llega a última hora, tarde, como siempre, Slow Horses (Apple TV+), la serie de los peores y más incompetentes agentes al servicio de su graciosa majestad (en realidad, a las órdenes de un sarcástico e incorregible Gary Oldman). Una gran serie de espías con toques de humor inglés y una continua puesta en entredicho de cada uno de los integrantes del peor departamento del MI-5 británico. Un nuevo caso que vuelve a involucrar, de rebote, a los agentes de La ciénaga, que tendrán que contrarrestar una amenaza extranjera en la que nadie cree.
Ahora sí. Parece que esta sí era, efectivamente, la última serie del año. Podemos cerrar tranquilamente el chiringuito y prepararnos para la siguiente cosecha seriéfila, que promete ser apasionante. Con mucho gusto, acudiré puntualmente a nuestra cita mensual para diseccionarlo, aquí, con pelos y señales. Tengan ustedes un feliz 2023.