Seriéfilo: septiembre de 2019
¡Sigo vivo! Siento haber estado tanto tiempo sin dar señales de vida, pero después de cinco años sin salir de la cueva, las pequeñas vacaciones que me quise tomar se me fueron de las manos… y hasta hoy. Prometo comentar todo lo ocurrido durante este tiempo cuando sea capaz de recomponerlo todo en mi cabeza; aún tengo lagunas, momentos que se vuelven borrosos cuando trato de recordarlos. Está decidido: no vuelvo a abandonar mi cueva, por lo menos, por lo menos en otros cinco años… El mundo de ahí fuera se ha vuelto loco. Mejor me quedo con mis series. Sin duda, es lo más seguro.
Además, no se puede salir de casa sin que el mundo seriéfilo se vuelva caótico: Netflix sacando series muy mediocres, Amazon rompiendo la pana con series de superhéroes… Esto es el mundo al revés. Y es que la saturación del catálogo de Netflix tenía que acabar pasando factura al gigante del streaming. Parece que el momento ha llegado; el momento en el que la estrategia de impedir a los usuarios irse a la competencia, abrumados ante semejante cantidad de contenido, deja de funcionar. Es imposible mantener la calidad entre tal avalancha de títulos. Hasta ahora, muchos contenidos eran simple fondo de catálogo, una suerte de placer culpable para sadomasoquistas catódicos, consumido en pequeñas dosis; pero últimamente los proyectos del bodrio están más expuestos que nunca, se anuncian en portada como novedades supuestamente disfrutables sin advertir que pueden perjudicar seriamente la salud. Y entonces, claro, pasa lo que pasa…
I-Land es una serie con una sinopsis tan buena, que parece imposible que pueda ser mala: diez personas se despiertan en una isla desierta sin recordar nada, ni siquiera su nombre. Tendrán que arreglárselas para intentar volver a casa, sorteando las sorpresas de una isla donde nada es lo que parece. Si la aderezamos con unos cuantos fotogramas de una inmensa playa paradisíaca que nos recuerda poderosísimamente a Lost (ABC), el hype está servido. Sin embargo, no hacen falta más de cinco minutos para darse cuenta que algo no cuadra, que no va por buen camino, que no va a ser el pelotazo que se esperaba. Y no es por su bajísimo nivel de producción, que salta a la vista desde el primer minuto de metraje, pero es algo que a mí nunca me han impedido disfrutar de una buena historia (es más, me encanta la serie B precisamente por eso, por contar historias que nadie se atreve a contar y suplir con imaginación el bajo presupuesto). I-Land tiene nada de eso: ni la historia es interesante, ni los personajes están bien construidos, ni los actores son mínimamente creíbles, ni los diálogos tienen sentido. Creo que nada funciona en esta serie de un nivel amateur impropio para una plataforma como Netflix. Es, probablemente, una de las peores series que he visto en mi vida.
Otro pinchazo de Netflix ha sido su insistencia con el drama adolescente de Por 13 razones, que tenía que haberse quedado en una miniserie de una sola temporada, aquella del suicidio de Hannah Baker contada por ella misma a través de trece cintas de cassette. Era una historia cerrada, impactante, con un enfoque novedoso que parecía llegar a los adolescentes alejándonos a todos de ciertos estereotipos con los que ellos mismos ya no se identifican. Pero el éxito obliga y la segunda temporada ya perdía bastante punch, con unas líneas de guion tramposas para poder alargar la historia, buscando un efectismo totalmente innecesario. No hacía falta ser adivino para ver venir que una tercera temporada no podía traer nada bueno a esta producción. Su conexión con la primera temporada es ya testimonial; los personajes son marionetas que actúan al son de un guion forzado que les obliga a ser incoherentes con respecto a sus propias acciones en capítulos anteriores. No digamos ya con respecto a lo que ocurrió en anteriores temporadas… Todo se retuerce para poder esbozar la problemática de los adolescentes en cada capítulo, pero a veces ya no viene a cuento. Por 13 razones, más que una serie ahora es un panfleto.
Pero no todo podía ser malo en el reino de Netflix, así que el rey Fincher acudió en su ayuda. La segunda temporada de Mindhunter ha sido brutalmente buena, transmitiendo un desasosiego enfermizo que supera con creces lo vivido en su primera entrega. Recuerdo que la serie fue una novedad impactante, tanto por el tema que trataba como por su aproximación al mismo, pero a pesar de ello parecía demasiado dispersa; no había un hilo conductor férreo y eso provocaba cierto tedio en capítulos intermedios donde se mantenía la forma, pero se carecía de fondo. Este hándicap desaparece en su segunda temporada, mucho más compacta, enfocada, y con un argumento claro que hace avanzar a buen ritmo la historia mientras los protagonistas y los asesinos en serie se desarrollan. Así, el mundo de Mindhunter se hace cada vez más complejo. Una serie sobresaliente en todos los sentidos y que pide a gritos más temporadas para seguir dándonos a conocer los recovecos más oscuros de sus personajes.
La otra cara de la moneda es Amazon que, con el estreno de The Boys, rompe con todos los registros y logra trascender tanto a nivel de crítica como de usuarios. Que el género de superhéroes todavía tiene mucho recorrido en la pequeña pantalla es algo que, a poco que uno sea aficionado al mundo del cómic, resulta evidente. En este contexto, adaptar la obra de Garth Ennis a la televisión es una apuesta ganadora. The Boys introduce una visión cínica del género cargada de humor negro y violencia, algo que no deja de ser un sello de autor, pero a la vez resulta adulta y gamberra. En este caso, los superhéroes son arrogantes, caprichosos y mezquinos; únicamente luchan por sus intereses y funcionan como una mega corporación cuyo principal objetivo es ganar dinero. Abrazan el capitalismo más extremo dejando a un lado la ayuda desinteresada a los inocentes y desvalidos. Con un ritmo frenético y mucha mala leche, esta es una obra original, fresca y adictiva que no os podéis perder.
Con un tono totalmente distinto, pero acertado de nuevo gracias a su originalidad, Amazon vuelve a la carga con Undone, una serie de animación rotoscópica, es decir, con actores reales que luego se transforman en dibujos animados. Con esta técnica de animación, que por ejemplo pudimos ver en A Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006), protagonizaba Keanu Reeves y adaptando una obra de Philip K. Dick, se consigue un resultado visual es muy sorprendente que le sienta como un guante a esta serie. Undone es una mezcla de realidad y ciencia ficción que aborda desde un punto de vista muy original y respetuoso enfermedades mentales como la esquizofrenia. Con tantos estímulos por capítulo, su corta duración es un acierto. Esa media hora escasa permite mantener la atención sin que los capítulos resulten abrumadores. La trama tampoco toma demasiados desvíos y va directa al grano, consciente en todo momento que se trata de una historia suficientemente compleja en la que cualquier adorno podría descentrar al espectador. Parece que todas las decisiones que se han tomado en este proyecto han sido las correctas y eso permite a la serie contar de la mejor manera posible una historia original, sorprendente y además muy bonita, que no dejará a nadie indiferente.
Y para terminar, no podría marcharme sin hacer mención al regreso de la familia Shelby que, en su quinta temporada, vuelve a deleitarnos con su buen hacer. Peaky Blinders (BBC One) mantiene la estructura de siempre: un nuevo enemigo, implacable y poderoso, pretende destrozar a Tommy y los suyos. Aun así, gracias a los estándares de calidad a los que esta producción nos tiene acostumbrados, a un apartado visual impecable y a su gran banda sonora, la serie sigue manteniendo el interés aunque veamos un patrón repetido una y otra vez. En esta temporada se pretende hacer un estudio más complejo de los personajes, ahondando en el efecto acumulado de tantos años de estrés, estudiando las consecuencias de unos conflictos que van haciendo mella, de forma distinta, en cada miembro de la familia. Esto provoca que no podamos disfrutar de un arco argumental muy completo, ya que seis capítulos se quedan cortos para este enfoque. Finalmente sufrimos un auténtico coitus interruptus justo cuando mejor se pone la cosa. A favor de la temporada, hay que decir que desde los primeros capítulos queda claro que la trama es demasiado grande para el metraje y da la sensación de que dividirla en dos entregas fue la mejor decisión. Por desgracia, eso nos obliga a esperar un largo año para conocer el desenlace de este final atropellado y artificioso.
Me dejo, como siempre, muchas series en el tintero. Espero poder comentarlas todas el próximo mes, pero ahora, de momento, me retiro a recuperarme de mi depresión postvacacional. Afortunadamente el médico me ha recetado la última temporada de Mr.Robot (USA Network), el estreno de Watchmen (HBO) y, por una vez, un par de películas: El Camino (Vince Gilligan, 2019) y Joker (Todd Phillips, 2019). Espero que sea suficiente para volver a la normalidad.