Turismo apolítico bajo el agradable sol de la dictadura – 7 de noviembre
Está de moda hacer turismo en Sri Lanka. Para los que se pueden pagar el viaje, la estancia y los souvenirs. Según Lonely Planet, es el mejor destino para el año que viene. Cuidado: la recomendación de la guía más popular del mundo anglosajón puede convertir esta isla en un paraje menos exclusivo de lo que quizás espera el turista. Las reservas vuelan. Sri Lanka tiene paisajes, budas, té, elefantes, comida exótica y bonos de internet a quince euros para retratar la experiencia en Instagram. La guía no recoge los últimos acontecimientos del país del Índico, donde al nuevo primer ministro lo llaman el Hitler de Sri Lanka. El turismo es apolítico.
El Hitler de Sri Lanka se llama Gotabhaya Rajapaksa y se hizo famoso hace una década cuando (siendo presidente) acabó con la guerrilla de los Tigres Tamiles sin ningún miramiento. O sea que mató a tantos como pudo. Miles. Civiles incluidos. Con torturas, violaciones y otras especialidades del arte de la guerra. De ahí la fama de Rajapaksa: un hombre sin escrúpulos para aplastar a una organización que pretendía desgajar parte del territorio de la antigua Ceilán y convertirlo en una república socialista. Sobre los cadáveres de los derrotados tamiles se ha construido la paz de Sri Lanka que ahora se alaba en las guías turísticas de paraísos sin historia.
La sangre de la historia debe estar licuada para salir bien en las fotos. O glorificada como si fuese cosa divina. Pero no corrupta o reseca en las piedras. Eso queda mal en nuestros álbumes de turismo despreocupado. Es la diferencia entre los países top de las guías de viaje con los torpes para el negocio como Rusia, cuya extrema necedad se demuestra en que no deja hacerse selfies junto a Lenin en su mausoleo de la Plaza Roja. Doble pecado: mostrar a un muerto y prohibir las fotos. Los rusos no saben sonreír, ya lo decía la BBC este verano. No son como los indios, o los brasileños de Bahía, siempre radiantes en su colorida miseria. Un ejército de likes a la pobreza sin filtro.
El turismo pasó a ser un negocio serio cuando a los trabajadores empezaron a pagarles durante las vacaciones. Antes solo podían permitírselo sus patronos, o la nobleza. Por eso también se puso de moda estar moreno: la piel tostada significaba tiempo, dinero y posición social. La España del franquismo debatió unos años si merecían la pena las divisas de franceses, suecas e ingleses a cambio de hacer la vista gorda con sus inmorales costumbres. Ya se sabe que al final ganó el Spain is different: se podía hacer turismo en una dictadura asesina. No había muertos, eran caídos. No había guerra sino cruzada. Había sol y la sangre era sangría. Los dictadores no se meten en política.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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