Tecnología del monopolio – 16 de mayo
En el último vídeo de promoción de Apple, una enorme prensa aplasta una gran pila de artefactos culturales. Una trompeta, una radio como la que estás utilizando ahora mismo para escuchar Efecto Doppler. El spot acaba con el estallido de unos botes de pintura. La tinta no empaña la lente: milagro de la tecnología. Es un anuncio para el nuevo Ipad, se titula Crash y la repercusión ha sido pésima. Los usuarios están molestos porque traslada un mensaje de destrucción, de que todo acaba reducido a una tableta, como si fuera un anillo único tecnológico que gobierna al resto, y los ata a las tinieblas… La empresa estadounidense ha retirado el anuncio: imagen first.
No toda la música está en artefactos, pero la tecnología sí aumenta la producción, y los beneficios. La Inteligencia Artificial, los nuevos sintetizadores y el streaming multiplican la elaboración, emisión y escucha de música. Y la concentración. Las playlists de servicios como Spotify están copadas por apenas el cinco por ciento de los artistas, calcula la Comisión Europea. Muchos de los que están fuera copian para seducir al algoritmo, verdadero programador de corazones y mentes. Si esos artistas saltan al escenario, también tendrán que luchar contra el monopolio: el cinco por ciento de los músicos se lleva el ochenta y cinco por ciento del business de los conciertos. En la música hay tanta fortuna en el producto como en el reproductor.
Las tabletas de Apple han vendido más de 200.000 millones de euros en menos de diez años. Es una década de presupuestos de Honduras, Camerún, Camboya y Jamaica juntos. La brecha entre el Norte y el Sur Global también es una cuestión de reparto de beneficios. El nuevo colonialismo corporativo recurre a los usos de las viejas naciones imperiales. En República Democrática del Congo quieren que Apple explique en un tribunal su relación con las minas del coltán donde se esclaviza a niños y adultos. La empresa estadounidense ha dicho en el pasado que está limpia, que todo es honorable, que sus minerales no son de sangre. La tecnología purifica el crimen.
«Hollywood es el pasado: el futuro es el producto», se dicen dos personajes en Fallout, de Amazon, un Hollywood sin estudios de rodaje, o sea, sin fábricas. No le hacen falta. El producto es el guion, la idea, y no los guionistas, los trabajadores, que por eso tuvieron que ponerse en huelga. A las plataformas de la ficción les da igual que sus dramas les cuestionen. Tampoco les importa a las Big-Tech que se hable de la esclavitud de la que nacen sus aparatos, mientras sean suyos los dispositivos donde se hacen todas las denuncias. Es el círculo virtuoso de la posmodernidad. Todo puede ser un producto, hasta la chatarra que un día serán trompetas, libros y metrónomos en nuestro próspero futuro.
Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.
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