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Cinefórum CXIV: El salario del miedo

Los viajes son uno de los elementos que más a menudo aparecen en el cine. Hay películas que nos muestran viajes espirituales, como Walkabout. Hay viajes inesperados, como el de Naúfragos. Curiosas peregrinaciones como en Los amantes crucificados. Y también viajes por territorios peligrosos como el que se nos ofrecía en la última entrega de este cinefórum, Hostiles.

Dentro de las muchas películas que investigan los peligros de un trayecto físico pocas tienen la trascendencia cinematográfica de la que nos ocupa hoy. El salario del miedo es una de las cintas más justamente famosas para los cinéfilos al haber sido merecedora de un remake de William Friedkin y cimentar, junto con Las diabólicas, la fama de Henri-Georges Clouzot.

La película funciona como un reloj, basándose en dos partes claramente diferenciadas pero que construyen un todo perfecto en su análisis de la naturaleza humana. La primera parte de la película es la menos famosa y nos presenta unos personajes atrapados en una existencia gris y apática, en la pobreza de un indeterminado país al sur de los Estados Unidos. Allí, en un pueblo sin futuro, dominado por una corporación estadounidense llamada la Southern Oil Company, nuestros protagonistas se ven obligados a aceptar el trabajo de transportar un cargamento de nitroglicerina en unos viejos camiones y a través de peligrosos caminos para poder apagar el fuego causado por un incendio en un pozo petrolífero.

Mario (Yves Montand), Jo (Charles Vanel), Luigi (Folco Lulli) y Bimba (Peter van Eyck) son una multicultural tropa que deja el mundo real atrás para sumergirse en una moderna odisea, un viaje que todos creen que será el último. En el camino se encontrarán con todo tipo de problemas y situaciones, que los llevarán al límite de su capacidad física y mental, les enfrentará a sí mismos y nos mostrará el fondo de unos personajes que empiezan siendo monolíticos y se van construyendo a duros golpes de realidad.

La muerte, el sufrimiento, el compañerismo… todo parece reducirse para Clouzot en las relaciones entre cuatro hombres sometidos a una situación límite. El universo empieza en el perdido pueblo de Las Piedras y termina en un pozo petrolífero incendiado. El resto no existe ni importa, es un espejismo de inacción del que hay que salir para vivir y, tal vez, para morir.

Ismael Rodríguez Gómez
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