Ejército en la sombra – 15 de julio
La mayor amenaza de Alemania es la ultraderecha. Lo dice el ministro del Interior, Horst Seehofer, también líder de la tradicional y conservadora Unión Social Cristiana. En su informe anual, el ministerio de la policía germano cuenta veintidos mil trescientos crímenes cometidos por ultraderechistas en 2019: entre ellos, dos asesinatos, cinco intentos de asesinato y casi ochocientas agresiones. Es un diez por ciento más que el año anterior. El espionaje alemán calcula que hay treinta y dos mil ochenta militantes activos de la ultraderecha, ocho mil más en doce meses: uno de cada tres es o puede ser violento. Alemania se toma en serio la amenaza y ha creado un departamento para vigilar a funcionarios neonazis. Ayudará la inteligencia militar.
El nazismo nunca desapareció del ejército alemán. Y en el Comando de Fuerzas Especiales abunda en la actualidad. En mayo fue detenido un militar de este cuerpo de élite que tenía en su casa pistolas y fusiles de asalto, munición, dos kilos de explosivos y parafernalia nazi. Se llama Phillip y no se sabe lo que quería hacer con ese arsenal robado de su propio centro de trabajo. Tal vez atentar: violencia llama a violencia. Buscan cómplices. La posibilidad de encontrar ultraderechistas en las fuerzas especiales es cinco veces mayor que en el resto del ejército, según cálculos oficiales. Pero sus jefes toleran o ignoran a los neonazis. En su casino se juega.
El establishment alemán rechazó durante décadas la posibilidad de que la extrema derecha se hubiese colado en sus fuerzas armadas. Hablaban de «casos individuales», excepciones, como el del sargento mayor Philip. Por eso descartaron investigar las redes reales de neonazis y protegieron a los mandos superiores de quienes luego se supo que tenían adoración por Adolf Hitler. Armas y municiones desaparecían de los arsenales sin apenas investigación. «No me explico por qué hay tantos ultraderechistas en las fuerzas especiales», asegura el comandante, que niega, sin embargo, que haya un ejército en la sombra.
El nazismo creció en las tinieblas de la posguerra y el brillo del fuego revolucionario. Pero Rosa Luxemburgo y Liebknecht fueron cadáveres antes de tomar el poder y sobre sus tumbas se asentó la república de Weimar, que acabó ardiendo con su parlamento: los nazis acusaron a los comunistas con mentiras y Hitler se hizo dictador. El ejército criminal ya no actuaba en penumbra, sino a plena luz del día. Con todas las bendiciones del poder, que le abrió sus palacios, como recuerda Vuillard en El orden del día: «a las cenizas, al polvo robado de la luz», cantan en Babylon Berlín, la serie más cara de Alemania que cuenta cómo la muerte de la democracia no fue un accidente sino un asesinato premeditado.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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