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Guerra de la Triple Alianza: todos contra Paraguay

Hacia 1864 comenzó una contienda que enfrentó a Brasil, Uruguay y Argentina contra un enemigo común, Paraguay. Resultado de esta contienda se dieron para este ultimo cientos de miles de muertos, una economía destrozada y una población tan menguada que hubo incluso quienes hablaron de genocidio paraguayo. A la postre, en las grandes historiografías que se realizarán sobre el continente americano este acontecimiento será ignorado, poco hablado, obviado en las clases de historia de los tres aliados y tratado por encima cuando no había más remedio, debido a lo vergonzante y mezquino tanto del casus belli como del desarrollo de la contienda. No ha sido hasta hace poco que el asunto de la guerra grande ha sido comenzado a tratar, de puntillas y a poco, aunque aún sus motivos y  la fecha en que se inició siguen siendo tema de debate. Ya saben, aquello de depende del color del cristal a través del que se mira.

Situación geopolítica previa

Historiográficamente la versión oficial se construye sobre una escasa diversidad de fuentes y siempre desde el lado de los vencedores. Ante la réplica, silencio y desconocimiento. Por ello es interesante ver cómo se venía construyendo el mapa político de la región en fechas anteriores. Debemos situarnos en un contexto en que prácticamente se acaba de dar la independencia de América y aún se están asentando las identidades nacionales y definiéndose fronteras, conformándose muchos Estados en que se dan diferentes enfrentamientos políticos e incluso guerras civiles.

En Argentina se produjeron cambios políticos importantes tras la batalla de Pavón, en 1861, cuando el ejército porteño dirigido por Bartolomé Mitre venció al de la Confederación. Es decir, Buenos Aires contra el resto de provincias, dando paso al comienzo de la unificación de la República Argentina bajo la hegemonía de la capital porteña, convirtiéndose este ejército en la base de la milicia nacional, cuya primera misión fue la de cambiar el signo de los gobiernos provinciales, propensos al federalismo, y hacer que se sometieran al gobierno central encarnado en la figura del presidente Mitre, apoyado económicamente por el Imperio británico, que tenía intención de situarse militar y comercialmente en el cono sur. Existirán zonas en el país aún no controladas en su totalidad, pero con el gobierno anglófilo de Bartolomé Mitre se dará la práctica unificación política de Argentina y el comienzo del centralismo impuesto por Buenos Aires y que llega a nuestros días.

A su vez, en lo que ahora es Uruguay y que en ese momento se llamaba Estado Oriental, en 1960 había llegado a la presidencia Bernardo Prudencio Berro, cabeza del Partido Blanco, en guerra civil contra los partidarios del Partido Rojo (o colorados) a quienes apoyan Brasil y, por tanto, también el Imperio Británico.  Estos (los blancos) eran viejos aliados de Paraguay y de los federales argentinos. Junto con estos últimos habían combatido en la Guerra rioplatense de 1839, contra los Rojos uruguayos y los confederados porteños. Asimismo, los Rojos eran cercanos al gobierno del Brasil, tras una alianza de 1851 entre el gobierno de Montevideo, el imperio brasilero y las argentinas provincias de Entrerríos y Corrientes, bajo la cual vencieron a Juan Manuel de Rosas, gobernador de Buenos Aires, en una época en la que en las Provincias del Río de la Plata no existía aún ningún tipo de gobierno nacional. El entonces Imperio de Brasil, por su parte, comenzaba a despuntar como potencia económica en la zona. También apoyada por Inglaterra y con una población entonces de apenas cuatro millones de habitantes, comenzaba a recibir colonos europeos.

Paraguay, por su parte, y aunque sea un dato prácticamente desconocido, era en ese momento el país más desarrollado del subcontinente, un oasis de prosperidad que no había sido desangrado por guerras intestinas tras la independencia de España, a diferencia del resto de su entorno. En tiempos del Virreinato del Río de la Plata, la gran metrópoli había sido Asunción. Había sobrevivido prácticamente aislado de sus vecinos bajo el gobierno de diversos líderes autoritarios y cuasitiránicos, despóticos, pero que libraron al país a de la dependencia comercial con terceros; en definitiva, de la deuda con países extranjeros y, por tanto, lograron un mayor grado de independencia.

Paraguay tenía un gran desarrollo industrial, un proteccionismo económico férreo; era un ejemplo de nuevo país independiente que no permitía injerencias extranjeras. Fue la primera nación de la zona en que se instala una red de ferrocarriles (hay líneas de ferrocarril anteriores, pero no una red interconectada), cuenta con su propia red de telégrafo, fábricas de armas, grandes astilleros fluviales y un gran tejido de explotaciones ganaderas propiedad del Estado. A diferencia del resto de los territorios del continente, que en su mayoría pertenecía a grandes terratenientes, en Paraguay el 98% del suelo pertenecía al país, que concedía arrendamientos a cualquiera que se comprometiese a cultiva la tierra, si bien sin derecho a reventa de la propiedad, con total autonomía para trabajar y dejar en herencia. Este sistema era llamado las estancias de la patria. Tenían además, a pesar de ser un país interior, una gran flota comercial, que a través del río Paraná salía al Atlántico por el río de la Plata para comerciar por todo el mundo. Este tránsito por la cuenca rioplatense será parte del origen del conflicto.

Ocurre así que, llegados a la década de 1860, hay una serie de alianzas entre corrientes políticas que trascienden las fronteras nacionales. Recordemos una vez más que todos estos territorios habían declarado su independencia hacía menos de cincuenta años, en 1816, y tanto fronteras como lealtades y objetivos comunes aún no estaban definidos.

Guerra de la Triple Alianza

Las causas

En 1862 ascendió al poder paraguayo Francisco Solano López, sustituyendo en la presidencia a su padre, que acaba de fallecer. El flamante presidente estrechó vínculos con el Estado Oriental, ya que necesitaba un aliado en al menos una de las riveras del Río de la Plata. Estableció así una alianza con el partido que gobierna en ese momento, el de los Blancos. Ese mismo año llegaron al poder del Imperio Brasileño los Liberales, cuya posición aún no estaba asentada y que decidieron dar una muestra de fuerza en la región; querían conseguir algún triunfo que tenga efecto propagandístico, para lo que pusieron los ojos en sus vecinos del sur. Los brasileños presionaron con reclamaciones territoriales sobre el norte de Uruguay, así que estos pactaron con el Paraguay el libre paso fluvial hasta el Atlántico a cambio de, llegado el caso, ayuda militar contra Brasil.

En abril de 1863 las tropas del partido Rojo (opositores en Uruguay al gobierno Blanco), con el apoyo directo de Brasil y el visto bueno del presidente de Argentina, invadieron el Estado Oriental con intención de tomar Montevideo. El partido Blanco, viéndose en inferioridad, solicitó la ayuda acordada al presidente del Paraguay con el fin de igualar fuerzas. Francisco Solano López inició pues acciones diplomáticas con sus vecinos del norte y el sur, Brasil y Argentina, pero sus esfuerzos cayeron en saco roto. Así, sintiéndose obligado a acudir al auxilio de su aliado, en noviembre de 1964 Paraguay declaró la guerra a Brasil en defensa del gobierno oriental, en un momento en que colorados y Brasileños estaban a punto de la total conquista del Uruguay, quedando pendiente la región de Paysandú, limítrofe de la Provincia argentina de Entrerríos.

Paraguay esperaba que Entrerríos, cuyo gobierno era federalista y contrario al de Buenos Aires, se posicionara en ayuda de los Blancos orientales, pero su gobernador, Urquiza, no se pronunció. En enero de 1865 cayó Paysandú, que fue arrasada, siendo fusilados todos los supervivientes. Paraguay decidió entonces ponerse en acción. Pidió permiso a Argentina para atravesar con sus tropas terrestres la provincia de Corrientes, pero el gobierno de Buenos Aires se lo denegó alegando neutralidad.

En Abril de 1865 Francisco Solano López entró en Corrientes, territorio que separaba Paraguay de Uruguay, con el apoyo de la población (más favorable y cercana cultural y geográficamente a Asunción que a Buenos Aires), dando al presidente argentino la excusa perfecta para declarar la guerra al Paraguay y aliarse con Brasil, alianza que, de otra forma, al existir posiciones históricas ya entonces antagónicas, hubiera sido muy mal vista ante la población, que tenía más cercanía y predilección por los guaraníes. El gobierno de Paraguay quedó solo contra todos.

La guerra y las consecuencias

Las primeras maniobras militares de Paraguay fueron exitosas. Fabricaban su propio armamento, tenían un gran ejército consolidado, numeroso y bien preparado. Habían obtenido importantes victorias en el Mato Groso y tomado la provincia, había entrado en la capital correntina sin disparar un tiro al aire, con el apoyo de la población. Pero con tres frentes abiertos rodeando su territorio excepto por la frontera con Bolivia, comenzaron a perder batallas y dejar camino abierto. Pierden su flota y el ejército brasileño llega hasta Asunción, la capital, que debe ser evacuada. La población civil se retira a la cordillera amazónica, a la zona del cerro de Corá, donde presentarán su última batalla en 1870. De una población de un millón y medio de habitantes que tenía Paraguay, cinco años después estos apenas llegan a los doscientos mil, en su mayoría mujeres y niños menores de doce años. Tan solo sobrevivieron veintiocho mil hombres adultos.

Si bien la población Paraguaya fue tremendamente mermada, de ahí lo del genocidio paraguayo, no fue el único grupo humano que sufrió las consecuencias de la guerra. Hasta hacía bien poco y desde tiempos del virreinato, Argentina tomaba al Paraguay como un país hermano y los argentinos eran reticentes a batallar con estos, con quienes aún conservaban lazos históricos, culturales y sanguíneos. Así que, si bien la esclavitud ya no existía en Argentina y los africanos tenían supuestamente libertad de tránsito y establecimiento, fueron reclutados forzosamente para ir a la guerra, enviados como carne de cañón a los diversos frentes y casi extinguidos, dándose además un doble destino trágico. En Brasil aún existía la esclavitud y los brasileños, en territorio de guerra, capturaban a los africanos, obviamente con la connivencia de los gobernantes argentinos. De ahí viene, tristemente, la práctica ausencia de afroamericanos en el país austral.

El banco de Londres, la casa Baring Brothers y la banca Rothschild financiaron la guerra. Concedieron enormes préstamos a Brasil, Argentina y el nuevo gobierno de Uruguay, con intereses abusivos que lastrarán casi hasta la actualidad la dependencia económica de los tres países. No tendrían límite de crédito. El gran beneficiado de la guerra, con la bancarrota de los tres aliados y la obligación mediante sanciones de hacer entrar en el juego a Paraguay, fue el Reino Unido. El banco de Inglaterra prestó trescientas mil libras, por las que Paraguay, tras intereses, tuvo que devolver tres millones y medio de libras. Tras la guerra, toda la región dependería económicamente de estos préstamos, con lo que los usureros se preocuparían de impedir su independencia industrial y asegurarse la obtención de materia prima casi regalada durante décadas. ¿Les suena la estrategia?

La última de las consecuencias destacables de la guerra de la Triple Alianza, también poco conocida, tuvo que ver con la necesidad de repoblar Paraguay: recordemos que pasó de una población de millón y medio a apenas doscientos mil, de los que más de ciento setenta mil eran mujeres. Se instauró en el país, tácitamente, un curioso matriarcado en el que se rompió el tabú social de la poliginia ante la escasez de hombres, por supuesto ante la férrea oposición de la iglesia católica. Como resultado de esto, el sesenta por ciento de los nacimientos en las décadas posteriores provinieron de madres consideradas solteras, cuyos hijos solo recibían el apellido materno. En ciertas poblaciones rurales, la proporción de hombres en relación a mujeres llegó a ser de uno por cada cincuenta con lo que el Estado, pese a la iglesia, adoptó una política de amor libre en la que la mujer se convertiría en jefa de familia y el hombre sería relegado de las funciones y responsabilidades de la familia, sistema social que en cierto modo puede observarse aún en nuestros días.

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