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No me chilles que no te veo (2.0): otras cinco conversaciones absurdas que solo pueden suceder en una librería

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«Segundas partes nunca fueron buenas.» Una máxima que estamos cansados de escuchar, aunque siempre haya voces que la rebatan recordando El padrino II, El imperio contraataca o los últimos cuarenta y cinco minutos de la semifinal entre España y Rusia en la Eurocopa 2008. Invocamos, por tanto, este espíritu buenrollero para revisitar aquí el humor absurdo que sobrevuela las librerías y del que ya dejamos constancia en episodios pasados. Si en la primera entrega nos referíamos a los disloques comunicativos que el propio lenguaje puede provocar entre librero y cliente, en esta ocasión ampliamos el espectro incluyendo también el (sur)realismo mágico inherente a la profesión y que a veces convierte una librería en un escenario digno de una novela de Gabriel García Márquez.

Ya saben, a continuación dispongo aquí, con la mayor fidelidad posible, cinco de las conversaciones más hilarantes que he vivido en mi calidad de librero atrincherado con problemas de comunicación. Todas ellas, aunque no lo parezcan, son reales. Absurdamente reales.

1) Feng Shui librero

El libro. Ese regalo que siempre te hace quedar bien. Sobre todo si abulta mucho.

— Hola. Busco una novela para regalar. Me gustaría algo que estuviese ambientado en Japón o China. Vamos, literatura oriental.

— Muy bien. Hay mucho y muy bueno. Por ejemplo, Balzac y la joven costurera china. Una historia preciosa de amistad y amor en la China de la revolución cultural.

— Ajá.

— O este otro, Seda, un cuento sobre un amor imposible entre un fabricante de seda francés y una chica japonesa a la que ni siquiera puede tocar.

— Ajá.

— También está muy bien El abanico de seda, una novela sobre la situación de la mujer en la China rural.

— Ajá.

— Y, bueno… nos acaba de llegar La hija del dibujante, que está ambientada en el Japón del siglo XIX. Pero este es demasiado nuevo. No tengo referencias.

— A ver… ¡Me lo llevo, que es muy gordo!

2) La pregunta interminable

— ¿Cuántos ejemplares tiene cada edición?

— No lo sé, depende de cada editorial. Unas sacan tiradas más largas y otras más cortas.

— Ah… por ejemplo, ¿veinticinco mil ejemplares?

— Podría ser, pero depende de cada editorial.

— Ya… igual más ejemplares, ¿no?

— Como le decía, depende de cada editorial.

— Buff, es que esta novela lleva veintiuna ediciones. Tiene que ser buena. ¿Cuántos ejemplares serán?

— No lo sé, depende de cada editorial.

— Aunque claro, tampoco me fío yo de los que se venden mucho. La publicidad y eso… ¿sabes?

— …

— Bueno, me llevo este marcapáginas.

3) El tiempo es relativo

Par (RAE): «Conjunto de dos personas o cosas de la misma especie».

— ¿Cuánto tarda en llegar el libro?

— Un par de días.

— ¿Cuántos?

— Un par de días.

— ¿Dos? ¿O dos y dos?

— … DOS. O sea, ¿hoy estamos a martes? Pues el jueves.

— Vale, es que no tenía claro a lo que te referías con «un par» de días.

4) Ex libris sádico

— ¿Tenéis libros del Marqués de Sade?

— ¿Escritos por él o sobre él?

— ¡Jajajajajaja! —el cliente se ríe como si hubieses dicho la cosa más absurda del mundo—. ¿Cómo van a ser escritos por él si ya lleva muerto siglos?

Decides revelarle una verdad que cambiará su vida.

— Ya, verá… pero es que los libros quedan escritos. No desaparecen cuando su autor muere.

Se hace la luz en su rostro.

— Ah, vale, es verdad.

5) El método Batman

Un señor mayor.

— ¿El método Batman?

— ¿Cómo?

— El método Batman.

No lo has oído nunca. Pero como hay libros que hasta te explican cómo es el modelo de negocio de Starbucks o Amazon, se te pasa por la cabeza la loca idea de que pueda existir uno de cómo convertirte en superhéroe, aunque no tengas claro para qué querría tal cosa un anciano. Quizá para su nieto.

— ¿El método Batman? ¿Pero de qué trata?

— Es un método de inglés.

Y entonces todo cuadra.

¡Vaughan!

— Eso. Bautman.

Vaughan.

Bautman.

Pues sí que necesitas ese método, amigo.

El librero

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