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Pandillas, golpistas y una bandera rusa en Puerto Príncipe – 30 de noviembre

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En Haití han asesinado al director de la Academía de Policía a las puertas de la escuela. Rigaud Harington fue tiroteado desde un coche de aspecto oficial. La academia se encuentra en un barrio dominado por una pandilla, los Vitelhomme Innocent. Son los mismos que Estados Unidos acusa de secuestrar dieciséis misioneros el año pasado. Las bandas criminales son el poder real en Haití. Hasta hace unos días controlaban el mayor puerto del país: cada buque debía pagarles por atracar, cargar y descargar. Ya se han ido, pero el Estado no ha vuelto porque hasta la policía tiene miedo de lo que se oculta en las chozas que rodean al puerto. La miseria armada dispara donde quiere.

En Puerto Príncipe ya se ha visto alguna bandera de Rusia. Han aparecido en las últimas semanas, con la petición del gobierno de una intervención internacional para enfrentarse a las bandas. Estados Unidos apoya la idea, pero en Washington no están seguros de enviar a sus marines a Haití. Y en el país hay gente que prefiere a Moscú. La lógica es la misma que en Malí o Burkina. Al otro lado del Atlántico ya han decidido que mejor la intervención rusa que aparentemente les deja hacer que la injerencia estadounidense con gobierno en la embajada. La descolonización del siglo XXI ya no aspira a la soberanía plena sino a la independencia vigilada.

Las pandillas de Cité Soleil se matan a un ritmo de guerra: según la ONU, 934 muertos en los seis primeros meses del año. Proporcionalmente hay más muertes violentas en Puerto Príncipe que en Ucrania. Naciones Unidas se desplegó en el país después del terremoto pero no llevó la paz sino el cólera. La enfermedad ahora vive en los regatos oscuros de las grandes barriadas y de vez en cuando reclama a sus hijos: ya ha habido casi 900 casos en el último mes. La violencia, la pobreza y la enfermedad empujan a los haitianos al exilio. Cien mil personas han huido de sus casas desde el año pasado. Estados Unidos calcula qué cuesta más: intervenir, o aceptarles en el sueño americano.

Haití no tiene presidente desde julio de 2021, cuando al jefe del Estado, Jovenel Moïse, lo mataron mientras dormía en su residencia oficial. Los asesinos eran mercenarios colombianos, contratados por figuras de la política haitiana en Miami con intermediación de opositores venezolanos residentes en Florida. Algunos están detenidos, pero quedan muchos cabos sueltos, como el hilo que lleva de uno de los conspiradores hasta el primer ministro actual, principal heraldo de la intervención estadounidense. James Ellroy no escribirá un folletín sobre el magnicidio: a los complots de la pobreza extrema les falta glamour. Y en Haití, además, nunca hubo casinos.


Extramuros es una columna informativa de Efecto Doppler, en Radio 3.

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