NELINTRE
Arte y Letras

Ruta bibliófila por Asturias

Algunas ciudades están destinadas desde su origen a ser el escenario de una obra literaria. Como si todo en ellas, las calles empedradas, la catedral, las gentes que lo habitan, la atmósfera que se respira en cada esquina, nos remitieran a las páginas de un libro cuyos personajes cobran vida de repente ante nuestros ojos. Es lo que me ocurrió durante mi visita a Asturias, donde los pasos me condujeron, en un estado casi de hipnosis lectora, hacia paisajes evocadores de obras y autores que nos han acompañado desde nuestra infancia. Entre libro y libro hubo muchas más cosas: verdísimos paisajes (y era agosto), montañas que se anieblan atrapando todo lo que encuentran a su paso, playas que rozan lo irreal, mucho (pre)románico, un palacio-escuela, amigas, un perro y dos gatos.

Pero empecemos por el principio, y en el principio fue Oviedo, sede de los reyes asturleoneses y bastión de la cristiandad, enclave de esa joya que es Santa María del Naranco, tan pequeña y tan grandiosa, y morada eterna de Leopoldo Alas. Si quieres ver a Clarín todavía es posible aquí, y fácil. Solo tienes que caminar por las calles del casco antiguo, que prácticamente mantienen su trazado medieval, y se hace presente a través de La Regenta, cuya esbelta silueta de bronce nos recibe en la plaza de la Catedral invitándonos a caminar de su brazo por la ciudad. Dicen que se distingue, según el tipo de piedra de sus edificios, un Oviedo amarillo y el Oviedo gris en el que están los inmuebles del ensanche de finales del siglo XIX y principios del XX. Aquí, frente a la espléndida catedral, estoy ante el deslumbrante amarillo cuando el sol de la tarde la viste con un traje de luz que aclara y vuelve dorada la plaza, aunque la antigua Vetusta sea bastante gris. Vetusta rinde homenaje a Leopoldo Alas y a este monumento literario en numerosos rincones de la ciudad, en murales pintados, en el nombre de cafés, restaurantes, hoteles… Resulta casi imposible en Oviedo sustraerse a su título. Y una vez que lees el libro, sustraerte a su recuerdo.

A pocos pasos de la catedral, en la calle La Rúa, y con el mismo espíritu anhelante de Ana Ozores, hago la primera parada bibliófila en el precioso edificio de la librería La Palma. Este en realidad es la segunda sede y se abrió en 1999. La Palma original se sitúa desde 1977 cerca del edificio histórico de la Universidad y es una mezcla de quiosco y librería con unos escaparates repletos desde el suelo hasta el techo de revistas y periódicos que forman una curiosa almazuela de papel. Mi ruta sigue su curso y una sonrisa asoma en mi rostro cuando veo una sección de tronco de árbol (un carbayu, supongo) con unos versos grabados en él: «Y sin embargo eres, y sin embargo naces, como las hierbas verdes y los nudosos árboles.»

Es un bonito homenaje en memoria de Carlos Bousoño, uno de los grandes poetas asturianos. Aunque Carlos había nacido en Boal y pasó gran parte de su vida en Madrid, decía que su verdadera ciudad era Oviedo. Estos versos de su poema Introducción a la noche, se encuentran en un pequeño trozo ajardinado, un rincón modesto, sin estridencias, sin interrumpir el paso y a un lado del camino; «camino de siempre, hacia delante», que decía también el poeta. Hacia delante siempre, sí, pero en este caso merece la pena detenerse un momento y mirar para sentirse parte de ese camino, anudarse en los versos y renacer como esas hierbas verdes. Con Bousoño en la mirada prosigo hacia una de las librerías más antiguas de España, la librería Cervantes, que lleva dedicándose a este loable oficio desde 1921. En ella, al igual que en La Palma, no me ha faltado la visita a sus secciones de poesía. Y es que Asturias tiene una larga nómina de poetas además de Bousoño, entre ellos, nada más y nada menos que Ángel González, Olvido García Valdés o Antonio Gamoneda. A otros poetas ovetenses quizá menos conocidos fuera de la tierrina, como Gerardo Lombardero o Lauren García, los he conocido en estas librerías de la mano de editoriales asturianas. Porque si algo tienen de especial las librerías es precisamente esto: los descubrimientos literarios. Allá donde fueres, lee lo que vieres. Me despido de Oviedo llena de poesía en el corazón y en las manos, con un trozo de tarta de Moscovitas en el paladar y una lágrima callada por la hermosa Regenta.

En la ciudad había recorrido más de una vez la calle Palacio Valdés (en la que podréis ver la estatua de Tino Casal, si os place), y decido visitar Avilés, que fue Nieva en una de las novelas más conocidas de este autor. Armando Palacio Valdés, además de tener dedicado (y en vida, que no es fácil) un precioso teatro de 1920 en esta pequeña y bonita localidad, es uno de los autores nacionales cuya obra (seguramente poco leída en estos momentos) ha sido llevada al cine español en más ocasiones. Trece son las películas basadas en la obra de este asturiano, solo superado por Blasco Ibáñez, con dieciséis adaptaciones cinematográficas, y Pérez Galdós con catorce. Y si olvidado está este autor que fue miembro de la Real Academia Española, ¿quién se acuerda de la poeta Ana del Valle? Para descubrirla tuve que levantar la vista ante una vivienda tradicional en el casco antiguo en la que luce una sencilla placa que la recuerda (Ana de Valle, seudónimo de Anita Casilda Arias Iglesias. Avilés, 1900-1983). La placa se encuentra en la que fue casa familiar de esta poeta y militante socialista que, en palabras de Eduardo Montagut Contreras, Doctor en Historia Moderna y Contemporánea, fue una de las mujeres más importantes que ha dado Avilés en la época contemporánea, aunando en su persona el compromiso social y la literatura. A veces hay que alzar la vista, y a continuación alzar la voz.

Al día siguiente cojo un tren a Gijón y asciendo hasta el Cerro de Santa Catalina. Si en la playa abrazaba el mar, aquí abrazo el aire bajo las poderosas curvas de Chillida. El Elogio del horizonte, este templo de hormigón que nace de la tierra y se abre a las corrientes, me acoge y me protege al tiempo que me muestra un infinito de agua y cielo. La pureza de Chillida siempre me conmueve. Qué pobres son las palabras ante todo cuanto veo: «El que sabe no habla, el que habla no sabe». Sabio Lao-Tsé. A Chillida le basta la forma, limpia y verdadera.

Retomo los libros que me han traído hasta aquí recorriendo esta vez los pasos de Jovellanos. Empiezo por su casa natal, un rotundo caserón-palacio de finales del siglo XVI que puede visitarse. Gaspar Melchor de Jovellanos fue uno de los principales exponentes de la Ilustración española, y en esta Casa Museo nació el escritor en 1744. Al igual que pasaba en Oviedo con Clarín, aquí las huellas de Jovellanos están diseminadas en diferentes rincones de la ciudad, como en Campo Valdés, en el que una placa en el pavimento (apuntado como parte de la ruta Paseando con Jovellanos) nos señala este como uno de los lugares referenciados en las palabras del autor.

Con ganas de tener en mi poder un libro suyo me dirijo a la Librería Central, situada en un espléndido edificio modernista, aunque la librería como tal se abrió en 1999. Y una vez con el objetivo conseguido me dejo llevar por el aire costero de la ciudad, deambulando por un ambiente más fresco y desenfadado. Me detengo ante el Café-librería Toma 3 para hacer lo propio y tomar un café (o tres), y repuesta ya en cuerpo y alma no me resisto a pasar antes de irme por otra librería bien emblemática de Gijón. Una fachada inmensamente roja con una preciosa tipografía dorada en su rótulo me anuncia que estoy en la Librería Paradiso, en la que se respira la autenticidad y la personalidad de su artífice, José Luis Álvarez. Ha sido este un sitio de referencia con una gran actividad cultural en Gijón desde los años ochenta. Parada obligatoria, además, para amantes de la música en formato vinilo y coleccionistas, ya que también es tienda de discos con un cuidado fondo. Tiene este nombre, Paradiso, entre otras cosas, como homenaje a la novela del escritor cubano Lezama Lima. Desde sus inicios José Luis tenía muy clara la línea de la librería, apostando por títulos y autores que era imposible encontrar en otras, importando ediciones y ejemplares censurados. La librería es toda una declaración de intenciones.

¿Qué puede haber después del paraíso? Nadie lo sabe. Lo que sé es que ahora ya no puedo desligar la literatura de estas ciudades, ni Asturias de la naturaleza. Lo dice también Chema Madoz en su exposición El viajero inmóvil[1], que en estas tierras la naturaleza es siempre el núcleo central sobre el que gira todo lo demás. Madoz tiene el don de viajar estando inmóvil, yo debo avanzar hacia mi próximo destino.

Hasta que nos volvamos a encontrar.


[1] Exposición que se inserta en el proyecto de mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson Miradas de Asturias, en su quinta edición (2017).

Rosa Cuadrado Salinas
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