Magia para la sociedad hechizada – 19 de diciembre
En Brasil investigan a un curandero por agresión sexual y en el interrogatorio ha habido un Poltergeist. «Pulsabas una tecla y el teclado se volvía loco», se asombra la inspectora de la Policía Federal que lleva el caso de João de Deus. «Es una situación que implica energías», resumía Karla Fernandes, quien define al curandero como a un hombre de poder «desviado del camino». Quinientas seis mujeres (empezando por su hija) denuncian al sanador por distintos tipos de abusos ejecutados durante décadas. João de Deus también pasó consulta a famosos: a Lula, a Dilma, a Oprah Winfrey. A estos les sacó la fama para hacerse una fortuna. João de Deus es un violador rico.
Brasil cruzó hace años el umbral de lo sobrenatural y ahora se ha puesto definitivamente en manos de otro ungido del poder de Dios. Jair Bolsonaro presidirá el país dentro de unos días ayudado por la gracia divina. Eso creen muchos de sus votantes, fieles de las poderosas sectas evangélicas que pueblan el país que jamás se construyó sobre los valores científicos de su bandera. «Orden y Progreso». En realidad el positivismo tenía también bastante de religión. O de fe. Disuelto el embrujo, los brasileños se han echado en manos de su propio curandero, mientras la policía investiga a espíritus revoltosos en las comisarías.
La magia también triunfa en el mundo civilizado. Donald Trump hace «América grande otra vez», que en inglés se escribe MAGA, cuatro letras que economizan caracteres y se venden a veinticinco dólares la gorra. Good business. Coherente con la superchería del presidente, que presume de que la Bolsa sube mientras él tuitea en la Casa Blanca. Eso no es brujería: en realidad Trump ha matizado el eslogan de Reagan y también sus políticas. Menos impuestos, más ganancias para las empresas. El capitalismo a veces es ciencia dura. A Dios se le guarda para los discursos, o para la Doctrina Militar de la era Trump: ahí dice que los valores de Estados Unidos son un regalo divino.
El gran mago del siglo XX fue Houdini, que se hizo famoso en las Américas pero que era húngaro de nacimiento. Hoy en Hungría a los trabajadores quieren aumentarles las horas extra. Aquí actúa la magia de la nación y la frontera: sin inmigrantes («Hungría no es amiga de la inmigración», dice su primer ministro) trabajan los de casa. Hungría First. Así se paga la pureza y la esclavitud de la bandera. Houdini se hizo famoso por sus maniobras de escapismo: le ponían unas cadenas, le tiraban al mar, y salía vivo. Houdini, ilusionista, despreciaba el culto a lo sobrenatural, muy de moda después de la Primera Guerra Mundial. Entre matanzas, a los hombres les da por hablar con los muertos.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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