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Rachid Mekhloufi, fútbol contra la historia

Todo comenzó en Sétif, en 1945. Nada más terminar la Segunda guerra mundial. Argelia se soñó libre y el gobierno colonial francés respondió por aplastamiento. Empezó en alegría, siguió en violencia y terminó en masacre. Un grupo de argelinos decidió exhibir banderas nacionalistas frente a la gendarmería francesa para celebrar la rendición alemana y el fin de la guerra. Hubo disparos desde ambas partes y todo se encendió rápidamente. Los ataques se propagaron en los barrios y pueblos cercanos contra la población pied noir, los franceses de la colonia. Esta contestó desplegando las tropas. Miles de muertos después, todo volvió a la calma. Ese día, 8 de mayo de 1945, comenzó la Guerra de Argelia. También en Sétif, en 1936, había nacido Rachid Mekhloufi. Era un niño cuando todo aquello sucedió y en el fondo de su memoria se quedó grabado.

En 1954 era un prometedor futbolista del Union Sportive Franco-Musulmane de Sétif, el precedente del USM Sétif, cuyo estadio se llama 8 de Mayo de 1945; comenzaba a estudiar para ser dentista. Un ojeador del Saint-Étienne, Setboune, lo ha visto jugar y se lo ha contado a Jean Snella, un antiguo futbolista de los años 30 y entonces entrenador del Saint-Étienne. En días, Rachid  Mekhloufi está en Lyon, cerca de la que será su ciudad y su equipo. Ese mismo año, Argelia comenzaba en las calles la guerra por su independencia liderada por el FLN, el Frente de Liberación Nacional. Francia acababa de ser barrida de Indochina por el general Nguyen Giap en Dien Bien Phu. El imperio colonial se desvanecía en los procesos violentos de la historia.

El Niza de Just Fontaine que había nacido y comenzado a jugar en Marruecos y Ben Tifour, y el Stade de Reims de Raymond Kopaszewski, Kopa, dominan la liga francesa en los primeros 50, con el Lille de André Strappe o el Lens de otro franco-polaco, el genial extremo Maryan Wisnieski, como alternativas. El Saint-Étienne está aún lejos de ser un aspirante, pero la pareja de delanteros que conforman Mekhloufi y el camerúnes Eugène N’Jo Léa cambiaría esto. Junto a ellos otro foráneo, el mediocampista holandés Kees Rijvers y el formidable ídolo local René Domingo, un potente mediocentro hijo de emigrantes españoles.

En la temporada 1956-57, Kopa se ha marchado al Real Madrid y Fontain ha cambiado Niza por Reims; en el desajuste que provoca el trasvase de piezas, el Sait-Étienne encuentra el hueco necesario y en una campaña mano a mano contra el Lens levanta el primer título de Liga de su historia. Los hermanos Tylinski, el lateral hispano-marroquí Juan Casado, George Peyroche, el franco-húngaro Ferenc Nyers, Ferrier, Lefrevre a quien habían fichado desde el Lille, Jean Oleksiak, cuyo hijo jugará también para Les Verts… Aquel equipo equilibrado entre el músculo de Domingo y la clarividencia de Mekhloufi parecía dispuesto a iniciar su propia saga y, en 1958, vencen la Copa Charles Drago, un pequeño título de consolación que se disputaba entre los eliminados de la Copa de Francia. Sin Kopa, Mekhloufi es el mejor jugador de Francia. Un 10 sutil, elegante, un creador de juego por el cual merece pagarse cualquier entrada, uno de esos jugadores que definen el estilo del fútbol de una época.

Para Mekhloufi la sensación es extraña. En Argelia nunca le dejaron sentirse francés. Fue siempre un ciudadano de segunda. Pero ahora, en la metrópoli, es tratado como un héroe. Ha marcado dos goles en Glasgow en el primer encuentro europeo de la historia del Saint-Étienne. Ha jugado ya cuatro partidos con la selección francesa y, en 1957, fue campeón del mundo Militar en Argentina como miembro del Batallón de Joinville, la sección deportiva del ejército francés. ¿Dónde quedó Sérif?

Argelia es un estado de guerra. Los golpes y contragolpes terroristas se suceden. Francia se agarraba con uñas y dientes a lo que ya no podía ser. No se luchaba tanto por un territorio como por el pasado: una idea del pasado contra una idea del futuro, y en el encuentro de ambas, los muertos. Era una guerra sucia, callejera. Una guerra hecha con bombas y torturas, con pistoleros y traidores. En 1955, en  Philippeville, la actual Skikda, las fuerzas francesas asesinaron a más de diez mil argelinos en una operación de castigo sin cuartel. En 1956, el FNL barría Argel en una serie de atentados indiscriminados. Terror contra el terror. Jacques Massu, general de la brigada paracaidista, fue destinado a Argel. Tenía las manos libres y se las manchó a conciencia. En 1958 Francia se preparaba para un prometedor Mundial en Suecia. Entonces, el símbolo.

El FNL se pone en contacto con los futbolistas argelinos en Francia y les realiza una petición insólita: formar la selección nacional argelina. Formar un país. La articulación de un objetivo político a través de una pasión popular, colectiva. El ideólogo es Ben Tifour,  que por entonces militaba en el Mónaco. Es una de las figuras de la liga francesa y su ascendencia sobre el resto de jugadores argelinos resultará determinante. Era, además, el único que estaba politizado. El entrenador será Mohamed Boumezrag, futbolista en los 40 del Valenciennes o el Girondins de Burdeos. De inmediato se suman sus dos compañeros del Mónaco, el portero Boubekeur y el defensa lateral Zitouni, quien también había sido seleccionado para el Mundial; el veterano portero del Olympique de Marsella Ibrir, los delanteros del Toulouse Bouchouk y Brahimi y otro del Lens, Oudjani; también Rouaï, Defnoun y Benfadah del Angers y otros tantos desde LeHavre, Nimes, Troyes, Beziers, Reims, Burdeos, Lyon… Se irán uniendo a los diez originales. Pero Mekhloufi era esencial; era la pieza que podía cambiar el significado de todo. Era el único que había sido convocado para el Mundial de 1958, una figura europea.

No lo dudó. Sérif golpeó desde el fondo de la memoria y no hubo necesidad de convencerle. Ni siquiera lo sintió como un deber. Era lo que había que hacer pese a que no solo iba a dejar una selección, una ciudad, un país; iba a convertirse también en un desertor del Ejército.

El encuentro se arregla en Túnez, donde Ben Tifour jugó en los 40 y conserva contactos y donde el presidente Habib Bourguiba se ha comprometido a refugiar a los jugadores. Allí, de hecho, está refugiado Ferhat Abbas, uno de los líderes de la insurgencia argelina. El FLN prepara la salida de una docena de jugadores, los más representativos, que cruzaran una parte por Italia y la otra por Suiza; entre ellos Mekhloufi. Pero un golpe en la cabeza contra el Béziers le manda al hospital y su salida debe posponerse. Mohamed Maouche, del Reims y también militar, es retenido en Suiza y prefiere dar la vuelta en lugar de afrontar una Corte marcial. Hassen Chabri, del Mónaco, es detenido en la frontera con Italia, donde se sospecha de todo argelino por casos anteriores de contrabando de armas. Acaba en un campo de prisioneros en Argel. Mekhloufi será el último y tendrá que marcharse solo. En la frontera, los gendarmes le reconocen, es el famoso Rachid Mekhloufi, el 10 del Saint-Étienne. Pero nadie está advertido, nada se sabe todavía y solo charlan con el cómo un par de aficionados que le admiran. Desertor, traidor y héroe, todo a la vez.

El fútbol ya no significaba nada en ese contexto y, a la vez, lo significa todo. En Túnez nacía lo que se llamó el once de la libertad, pero más popularmente nacían los Fennecs, el apelativo ya indisociable de la selección argelina. En 1958, contra Marruecos, se visten por primera vez los colores verdes y blancos, suena el himno, sube la bandera. La creación de una mitología nacional en acción. La historia haciéndose a través de un balón.

En Francia la noticia se recibe con expectación en un primer momento. Es una sacudida nacional. Los periódicos y semanarios deportivos como France Football o L’Equipe se vuelcan con la historia de los Fennecs. Pero guerra e independencia eran palabras tabú en Francia y el FNL un grupo terrorista. El gobierno echó la cortina informativa de inmediato. Silencio de radio. Los futbolistas argelinos habían dejado de existir: durante cuatro años en los cuales giraron por el mundo nada se supo de ellos en la metrópoli. Habían sido expulsados del relato oficial. Pero la historia tiene sus propios medios, se cuela siempre.

Tunez y Egipto primero, luego los países del este, los Balcanes y China. En parte, porque el gobierno provisional socialista argelino tenía relaciones y era apoyado por el bloque comunista; en parte porque la FIFA amenaza con sanciones a sus federaciones, lo que lleva a algunas como la marroquí o la egipcia a distanciarse de los Fennecs. El más espectacular desafío es la gira por Vietnam, donde son recibidos por Ho Chi Minh y el general Giap. Los Fennecs son el símbolo limpio de una lucha sucia, un ejército del futuro. Y el futuro siempre llega. En 1962, en los acuerdos de Evian, Argelia ve sancionada su independencia mediante una declaración firmada que, tácitamente, no solo reconocía a Argelia, sino también la guerra que durante ocho años se había librado. Ese año, el gran capitán del Saint-Étinenne, René Domingo, levanta la Copa de Francia frente al Nacy al tiempo que el equipo desciende.

El once de la libertad había cumplido su parte y ahora debían decidir qué hacer. Algunos se quedaron en Argelia, dentro o ya fuera del fútbol, pero otros decidieron retomar sus vidas y carreras. O al menos intentarlo. Mekhloufi le preguntó directmane a Ben Bella, primer presidente de la Argelia libre y co-fundador del FNL qué podía hacer. Este le contestó que había hecho aquella revolución para traer la democracia. Mekhloufi decidió regresar a Francia, a Saint-Étienne. Pero antes, como al marcharse, se detuvo en Suiza.

En el Servette estaba entrenando entonces Jean Snella, su valedor en les Verts. Durante unos meses, Mekhloufi se puso a punto para volver a ser futbolista profesional, para hacer el viaje de regreso hacia una realidad que era, al tiempo, vieja y nueva. Se había marchado francés, volvía argelino. Cuando se fue, el Saint-Étienne era el equipo más prometedor de Francia; ahora estaba en segunda división. El Mónaco, paradójicamente y pese a ser el equipo que más jugadores había perdido, emergió como el dominador del cambio de década bajo la dirección del técnico Lucien Leduc. Pero el regreso de Rachid Mekhloufi a Saint-Étinne iba a reescribir la historia.

Como si su triunfo solo hubiese quedado colgado en el tiempo, Snella y Mekhloufi retomaron el relato donde lo habían dejado. Allí estaba todavía, eterno, René Domingo, esperándoles; no obstante, con treinta y cinco años se retira tras una brutal carga del lateral del Valenciennes Kocik, que le rompe ambas piernas. El relevo se lo da George Beretta y junto a él dos futbolistas capitales, Aime Jacquet, futuro entrenador del gran Girondins de los 80 y seleccionador de la primera Francia campeona del mundo, y Robert Herbin, jugador y entrenador indisociable de la historia de les Verts. Ascendieron y en el año de su regreso, en la 1963-64, ganaron la liga. Tras dos años de dominio del Nantes, el Saint-Étienne impondrá una saga con cuatro títulos consecutivos, incluidos dos dobletes de liga y copa, entre el 66 y el 70. Mekhloufi estuvo en los dos primeros, distribuyendo con su toque elegante hacia el genial Salif Keita y educando a su sucesor, el magnífico Jean-Michel Larqué. Eran el mejor equipo de Francia y su fúbol era esplendoroso. Mekhloufi todavía recuerda hoy el partido de su regreso. Cómo se hizo el silencio en un estadio repleto. Entonces, un gesto técnico, algo maravilloso y la grada rompe en una ovación. El fútbol.

Epílogo:

Mekhloufi jugó todavía dos temporadas en el Bastia antes de retirarse como entrenador-jugador. Entonces sí regresó a Argelia. En 1982 llevó a la selección que él había creado, al país que él había ayudado a ser, a jugar su primer Mundial. Un biscotto escandaloso en el estadio de El Molinón entre Austria y Alemania Federal, a quienes los argelinos habían derrotado en el primer encuentro de su grupo, sacó de la competición a aquel excelso equipo de los Rabah Madjer, ganador en el 86 de la Copa de Europa con el Oporto tras marcar un increíble gol de tacón; Faouzi Mansouri, Nouredine Kourichi, Mustapha Dahleb o Djamel Zidane, tío de Zinedine: el argelino que hizo a Francia campeona del Mundo.

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