«Mary Jane», de Frank Le Gall y Damien Cuvillier
En el reciente podcast sobre Jack el Destripador intentamos, en nuestra humilde medida, hablar todo lo posible de las que paradójicamente se han convertido en las grandes olvidadas en el relato popular sobre el asesino: sus víctimas. Profundizando en ese acercamiento, resulta muy interesante hablar de este cómic, centrado y protagonizado por la última víctima canónica de Jack, Mary Jane Kelly; una obra que, sobre todo, sirve para dibujar un complejo retrato de época, una historia que se siente como un puñetazo.
El tebeo cuanta con las firmas del guionista Frank Le Gall y el dibujante Damien Cuvillier, en su primera colaboración. Al guionista, de quien en España hemos visto, entre otras, su serie de gatos Miss Annie (con dibujo de Flore Balthazar), se le reconoce sobre todo por su participación en tebeos de aventuras, incluyendo su aportación a personajes tan conocidos como Spirou o Lapinot (con el prolífico Lewis Trondheim) y, especialmente, a la serie de Théodore Poussin (donde también se encarga del dibujo). Se trata esta de un serial de aventuras que, iniciado en 1987, ha publicado su último álbum en Francia (el décimotercero) en 2018 y de la que me consta existe una edición integral en español de 2010 (lógicamente incompleta, dado que la publicación ha continuado desde entonces).
De Damien Cuvillier, significativamente más joven y por ello con una carrera más breve, hemos podido leer el segundo volumen de La guerra de los huérfanos (con los guiones de Régis Hautiére), ambientada en la Primera Guerra Mundial; y Los zapatos rojos (con Gèrard Cousseau), que transcurre durante la ocupación nazi. Se trata de un autor que ha mostrado un estilo flexible, capaz de moverse en un terreno intermedio entre la tradición de la línea clara, con elementos más caricaturescos y simplificados; y la ilustración de tradición realista, así como en el manejo de documentación histórica en vestuarios y paisajes.
En el texto que acompaña el tomo en su edición española, realizada por Norma Editorial, Le Gall justifica sus motivos para la creación de esta obra señalando, además, una larga gestación desde que pensó por primera vez en realizarla, en 1987. Es curioso señalar que, en principio, la idea surgió antes de interesarse en Jack y antes de escoger a Mary Jane como protagonista, pretendiendo ser, simplemente, la historia de una muchacha inglesa, de clase obrera, en el siglo XIX. También reconoce la fascinación culpable que muchos hemos sentido por el caso y por el asesino y como esta obra (en línea con la ya mencionada en el podcast, e imprescindible complemento, Las cinco mujeres: Las vidas olvidadas de las víctimas de Jack el Destripador de Hallie Rubenhold) pretende centrar nuestra atención en la persona que fue, o pudo ser, Mary Jane Kelly.
Así, el asesino, narrativamente, es invisible. No se especula sobre su identidad ni sus motivos, ni se pretende descubrir por qué eligió precisamente a esta joven como su víctima. No es una obra para el placer del ripperólogo que busque una nueva pista o una nueva teoría sobre Jack. El contraste con la obra más famosa centrada en el otoño del terror, el From Hell de Alan Moore, que es prácticamente un monumento a una de esas teorías (la de la conspiración real) o aquellas que lo convierten en mera excusa para la aventura o el horror, es absoluto.
También cuenta Le Gall como él mismo empezó a dibujar la obra en sus primeros compases (y en el tomo se nos ofrecen algunos interesantes bocetos de esa fase) antes de que, tras años de reescrituras y pruebas, la editorial le propusiera contar con otro dibujante. Y lo cierto es que, sin poder comparar la obra terminada con la inexistente[1], Cuvillier ofrece un repertorio de recursos gráficos impresionante que funcionan maravillosamente para trasladarnos a diferentes etapas de la vida de Mary Jane. También incluso para trasmitir la siniestra naturaleza de los testimonios (a menudo contradictorios, malintencionados o equivocados) extraídos de la investigación de un asesinato en el que los personajes se dibujan casi como daguerrotipos desvaídos; como un reflejo tan imperfecto de la realidad como sus propios relatos.
Lo hace ayudado por el magnífico color de tipo acuarela, aplicado por él mismo, logrando en ocasiones una belleza gráfica que contrasta y agudiza la sordidez y la tragedia de lo narrado. Afortunadamente, el cómic evita la carnicería, el espectáculo dantesco de Mary Jane muerta; solo la vemos viva, como una persona y no como el trozo de carne expuesto por su asesino.
Por medio de una serie encadenada de saltos temporales que, sin embargo, se concentran en el punto final de la vida de la protagonista, asistimos a un camino de penurias, con pasajes más luminosos muy ocasionales, que dibujan una edad victoriana descarnada. El tebeo se abre en los paisajes abiertos de un Gales también dramáticamente transformado por la Revolución Industrial, pero pronto se ve encerrado y limitado a las calles de Londres, como si, a medida que nos aproximáramos al final, los caminos de Mary Jane, sus vías de escape, se fueran cerrando ante ella, conduciendo a un destino que pese a lo excepcional deviene en inevitable.
Se trata de una obra dura, despiadada, que retrata un mundo en que Jack es solo un síntoma de los males y la brutalidad de una época a menudo idealizada; de un pasado que sigue siendo presente, como antecedente de nuestra sociedad moderna y antiséptica, construida sobre las espaldas de aquellos que no nombramos. Sobre aquellos que preferimos relegar al olvido.
[1]Aunque en este enlace se pueden ver incluso dos páginas acabadas de esa versión primitiva, que se pueden comparar con sus equivalentes finales.
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