«Blue in Green»: cuando Lovecraft y Miles Davis se dan la mano
Blue in Green (Ecc Ediciones) es el título de una composición dentro de ese disco casi mítico que es el Kind of Blue de Miles Davis. Se dice que en realidad la escribió el pianista Bill Evans y puede ser criticada por la falta un gancho de verdad… pero aún así sigue siendo legendaria, una pieza que supera el paso del tiempo. No debería sorprendernos, por lo tanto, que Ram V la eligiera para nombrar un cómic en el que se medita sobre la creatividad, la música, la herencia y el genio. Ah, y todo ello con lo lovecraftiano de fondo.
La obra de H. P. Lovecraft incluye un relato que trata el tema musical: La música de Erich Zann es particularmente corto, apenas tiene diez páginas en su edición de Valdemar y fue escrito por el autor de Providence en 1921, cuando el ciclo de los Mitos de Cthulhu apenas estaba empezando a nacer. De ahí que no aparezcan nombres impronunciables ni deidades de tiempos pasados, pero sí lo hagan el universo inabarcable y la oscuridad sin fin ante la que la existencia no tiene sentido y la cordura se desvanece. Poco después, en torno a 1928, nos dice la leyenda que Robert Johnson acudió a un cruce de caminos para pactar con el diablo y convertirse en el mejor guitarrista del mundo. Poco importa que, seguramente, la anécdota se la inventara Tommy Johnson para referirse a sí mismo. El caso es que a día de hoy todos imaginamos que el autor de Sweet Home Chicago o de Cross Road Blues fue el que cerró el trato con el demonio más importante de la música. Con esos componentes, Ram V y Anand RK construyen una historia que suena a conocida pero que brilla por su ejecución.
Erik Dieter es un profesor de música de poca monta que pudo haber sido un genio en el pasado si no hubiesen acabado con su talento. Lo evitó su madre, a la que le unía una relación compleja llena de reproches y rencores. Pero cuando esta muere, nuestro protagonista debe volver a la gran casa en la que se crío para enterrarla y, en el proceso, se reencontrará con su hermana y con su amor de juventud, así como también con su propio pasado y su herencia. Lo que podría esconder una historia de reencuentros, tal vez no tan lejana del planteamiento de la película American Fiction, se convierte pronto en un viaje casi iniciático para Erik cuando se encuentra con un extraño hombre en su casa, en mitad de la noche. Este le habla de manera críptica, le hace perder el control del tiempo hasta despertar a la mañana siguiente junto a la misteriosa foto de un desconocido músico.
A partir de aquí, la historia de Blue in Green oscila entre dos interpretaciones diferentes. Una, menos estimulante, habla solamente del genio y del duelo, siendo una narración de la autodestrucción de un alma sensible debido a su incapacidad para alcanzar su propio ideal, con una posible lectura acerca de los efectos de las drogas de regalo. La otra, que es la que me interesa, habla de la magia y del terror oculto en el genio, de los hombres consumidos por un pacto fáustico y de cómo la maldición puede pasar de generación en generación; de cómo los errores de nuestros antepasados siguen vivos en nosotros, puede que hasta en nuestros mismos hijos. Esta última idea es tan potente que me atrevo a aventurar que por medio de la misma terminó apareciendo Lovecraft, el autor referencial de terror obsesionado por las genealogías, capaz de construir su obra sobre el miedo a los rasgos atávicos de la humanidad y a la incapacidad de escapar a nuestros genes.
Además, podríamos emparentar el discurso de la obra también con el propio Alan Moore y sus ideas de la creatividad como acto mágico, aquí pervertido por la destrucción que trae consigo la ejecución del mismo. En el cómic de Ram V la música transciende la existencia material y consume a sus autores en el proceso, ya se llamen Kurt Cobain, Charlie Parker, Erik Dieter o Dalton Blakely. No se trata, en realidad, de un pacto con el demonio, sino de una manera de entrar en contacto con otra dimensión, la misma que se podía otear desde el quinto piso de la inexistente Rue d’Auseil parisina mientras Erich Zann interpretaba su viola (o violín, según la traducción preferida de cada uno). Se trata, por lo tanto, de una invocación de fuerzas primigenias que se mueven por nuestro universo aunque no pertenezcan al mismo, de conectar con aquellas entidades cuya mera visión acaba con nuestra cordura pero alimenta nuestro genio. Se trata, pues, de mirar a las musas y entender que su existencia no puede ser compatible con la de la humanidad.
Todo lo anterior, cierto es, tendría poco valor si no fuese porque en la faceta artística está presente un Anand RK que consigue convertir toda la obra en una auténtica pieza de jazz. Su pincelada libre y las composiciones de página, casi ilimitadas en su variedad, van señalando los momentos clave de la historia mientras parecen deleitarse en el resto, vagabundeando como una melodía que improvisa sobre una base rítmica segura. Se permite incluso algunos pasajes mudos en los que, directamente, se nos narran de forma visual canciones inexistentes con resultados sobresalientes. Da igual que Two Wings From Labadee no sea una canción de verdad, estoy seguro de que todos los lectores de Blue in Green la hemos escuchado gracias a Anand RK. No menos importancia tiene el colorista John Pearson: de sus colores sale gran parte del ambiente de la obra, hasta el punto de que en el material adicional que se incluye en la edición española podemos ver cómo las páginas en blanco y negro, y en color, son claramente las mismas en lo formal pero no en el fondo. Dice Ram V que Anand RK y él tardaron más de dos meses en encontrar el estilo de la obra. Y esto a pesar de que venían de colaborar ya en Grafitti’s Wall, un cómic dotado de un grafismo muy diferente. Esa dedicación se nota en las páginas, donde todo el aparato gráfico es el adecuado para la historia que se quiere contar, con claras trazas de Bill Sienkiewicz en un conjunto casi perfecto. Palabras mayores, vaya.
Blue in Green es, al final, la historia de un hombre condenado por un pacto con el demonio, una historia fáustica que se remonta al pasado y que muestra que las decisiones de nuestros antepasados nos persiguen y son capaces de condenarnos a la destrucción. Es, al final, la narración de una obsesión por nuestros orígenes, de la influencia de los seres primigenios en nuestra dimensión y de la autodestrucción que alimenta al arte. Es una historia de terror tan clásica como vigente, elevada por un apartado visual sobresaliente.
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