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Concepción Aleixandre: pionera de la ginecología en España

Muchas son las veces que una publicación, provenga de donde provenga, consigue despertar la curiosidad del lector, y más si quien la lee es alguien en constante búsqueda de esas historias sepultadas por el peso del tiempo. El pasado ocho de marzo, coincidiendo con la histórica huelga del Día Internacional de la Mujer, esta misma revista publicó un artículo de Martín Sacristán sobre una de las mujeres clave en la historia de nuestro país. Bajo el título «Concepción Arenal: la primera gran mujer española»,desgranaba su vida marcada por el esfuerzo, la superación y el activismo, a la vez que hacía hincapié en la importancia de su legado para la causa feminista en España. Al final de dicho artículo, y aunque son muchos los nombres de mujer que aparecen citados, hubo uno que me llamó especialmente la atención: el de Concepción Aleixandre. Un nombre que, por desgracia, a muy pocos les suena; por tanto, su biografía merece ser difundida.

Nacida en Valencia en el año 1862, Concepción Aleixandre fue una de las primeras mujeres, junto con Manuela Solís, en cursar estudios universitarios completos en la ciudad de Valencia. Ambas se matricularon en medicina en los años 1882 y 1883 respectivamente, unos años en los que a penas un puñado de mujeres había podido acceder a la educación superior. Algunas, como el caso de Concepción Arenal, vestidas de hombres para no ser descubiertas. Hasta el año 1901 no se reguló el acceso de las mujeres a la universidad en España; sin embargo, anteriormente este había sido un asunto sin legislación alguna, pues se consideraba como una obviedad que el terreno universitario estaba vetado para las pertenecientes al sexo femenino. El mito del ángel del hogar, el que confinaba a las mujeres en la esfera de lo doméstico y privado, todavía perduraba en la sociedad. No obstante, algunas no estuvieron dispuestas a quedarse en casa y decidieron desafiar  al machismo de la época matriculándose en estudios universitarios.

La vida universitaria, no obstante, no fue un camino de rosas para las mujeres. Fueron muchas las que sufrieron acoso y trato discriminatorio por parte de compañeros y profesores a lo largo de los años que cursaban sus respectivas carreras. Concepción Aleixandre no fue una excepción. Su biografía revela como en 1896 fue apedreada por sus compañeros de clase al la salida de la Facultad de Medicina de Valencia. Un acto bárbaro que estuvo a punto de privarnos de la revolución en el campo de la salud que aquella joven estudiante estaba a punto de llevar a cabo.

Hoy por hoy, Concepción Aleixandre es considerada como una de las pioneras de la ginecología en España, llegando a publicar artículos científicos en las principales revistas especializadas, además de convertirse por sus propios méritos en médica titular del Hospital de la Princesa de Madrid y de la Beneficiencia Provincial de la Casa de la Maternidad e Inclusa. Sus trabajos en el campo de la investigación, relacionados siempre con el estudio de la salud femenina, le llevaron a patentar en 1910 varios instrumentos ginecológicos, destinados a corregir el descenso de la matriz. Durante gran parte de su vida, realizó una importante tarea de divulgación entorno a la higiene femenina y su importancia para, por un lado, prevenir enfermedades y, por otro, que las mujeres acabasen conociendo mejor su propio cuerpo y su funcionamiento; sobre todo en lo que a órganos sexuales se refería. Esto le llevó a gestionar la sección dedicada a la higiene femenina en la revista La Medicina Social Española, en activo desde 1916  a 1920.

Pero sin duda, la faceta que más llama la atención de su biografía es la del activismo feminista. Aleixandre fue miembro de no pocas sociedades exclusivamente femeninas y mantuvo un férreo compromiso con los avances de los derechos de las mujeres durante toda su vida. Ideas que no dudó en incorporar a sus actividades profesionales e intelectuales. Tal fue su concienciación respecto a la desigualdad, que llegó a firmar (junto a personajes como Amalio Gimeno, Blanca de los Ríos o Benito Pérez Galdós, entre otros) el manifiesto en favor del ingreso y nombramiento de la escritora Emilia Pardo Bazán como miembro en la RAE. Así mismo, presidió la institución de carácter privado Protección Médica, fundada en 1913, con el objetivo de proteger a viudas y huérfanos de médicos. Por si fuera poco, en el año 1928 y junto a sus colegas de profesión Elisa Soriano y Arroyo Márquez, creó la Asociación de Médicas Españolas como plataforma para poder dar a conocer los avances, problemáticas, descubrimientos e investigaciones realizados por médicas en un ámbito más internacional.

Pero, entonces… ¿qué pasó? ¿Ya está? ¿Por qué una mujer como Concepción Aleixandre, capaz de codearse con conferenciantes de la talla de Azorín, Navarro Fernández o Antonio López Muñoz no está en los libros de texto? La respuesta, por desgracia, la sabemos todos. La vida de Concepción Aleixandre es el ejemplo de una carrera de fondo, de un maratón en el que hay obstáculos, pero que con esfuerzo y pasión se logran sortear. Una existencia dedicada por y para la mejora de las condiciones sanitarias, y de paso ginegológicas, de las mujeres fruto de años de trabajo, trabajo y más trabajo.

Como ella, miles de mujeres en todo el mundo están logrando avances extraordinarios en el campo de la medicina, la tecnología, la biología, la informática o la ingeniería, entre otras muchas disciplinas. Sin embargo, su labor permanece en la sombra. Y es que el mundo de la investigación en general ha perpetuado el machismo y la invisibilidad femenina. Al ser normalmente trabajos en equipo, dado que para llevar a cabo un proyecto de estas dimensiones se necesita más de una cabeza pensante, ocurren dos cosas: primero, que los hombres integrantes suelen llevarse el mérito y los reconocimientos posteriores en la mayoría de los casos; y segundo, que al ser un grupo, el papel de la mujer se diluye y acaba por desaparecer a ojos de la opinión pública, y por extensión, de la sociedad. Ejemplo de ello es el poco protagonismo que los medios de comunicación destinan a hablar de su participación en estos proyectos. Y si lo hacen, es de manera anecdótica. Solo alguna vez escuchamos a una mujer científica explicando en qué consiste la investigación que está llevando a cabo; pero muchas veces ese espacio es tan breve que no da tiempo ni siquiera a leer su nombre. Al final, para el espectador, la investigadora y su labor quedan resumidos en «la chica que ha salido antes» o titulares generales como: «Hallada una posible cura contra el cáncer», sin a penas recordar que en su proceso ha participado al menos una mujer.

En este país han existido dos personas importantes apellidadas Aleixandre. Una de ellas una médica, investigadora, pionera de una de las disciplinas más importantes para la emancipación femenina y para la ampliación de la teoría feminista. A ella le debemos muchas cosas, entre otras su ejemplo de tenacidad y su voluntad de querer cambiar el papel de la mujer en la sociedad. Enseñanzas que van más allá del campo de la medicina y por las que espero que la historia la coloque, con el paso del tiempo, en el lugar que le corresponde. Su nombre, Concepción. Concepción Aleixandre.

Andrea Moliner Ros

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