Golpes posmodernos – 12 de junio
El medio The Intercept está exponiendo las entrañas del golpe judicial en Brasil contra Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores. El juez Sergio Moro compartía grupo de WhatsApp con el fiscal del caso. Le daba consejos, apremiaba detenciones, presionaba para llevar a su puerto, o sea, a la cárcel, al expresidente de Brasil y entonces favorito para volver al cargo. Moro es hoy ministro de Justicia de Jair Bolsonaro, el principal beneficiado de que Lula acabase en prisión por un nunca probado delito de corrupción. El juez descalifica las revelaciones. «Cosas normales», afirma. «Fake News», dice el fiscal implicado. Como Trump. La escuela americana tiene una sombra alargada.
Los golpes judiciales y parlamentarios son la forma posmoderna de acabar con gobiernos legítimos en América latina. La asonada de militronchos de gafas oscuras y bigotes siniestros es demasiado siglo XX para los paladares exquisitos de la era de la imagen filtrada. Los nuevos modos cumplen estos días una década exacta. Empezaron en Honduras, junio de 2009. Entonces fue el Parlamento, controlado por la oposición de oligarcas que habían mandado en la república desde su fundación y enfrentado al presidente. Manuel Zelaya era rebelde porque se juntaba a Hugo Chávez. Le sacaron en pijama de su casa y lo mandaron al exilio. Solo le dejaron llevarse el sombrero.
También fue un golpe parlamentario el que acabó con la presidencia de Fernando Lugo en Paraguay. Y por supuesto el que finiquitó a Dilma Rousseff en Brasil, la versión amable de aquel desafío latinoamericano contra el orden natural de las cosas, tal como lo entiende Estados Unidos: el norte manda sobre su patio trasero. O lo intenta. A Mike Pompeo, secretario de Estado, se le escucha estos días decir que la CIA lleva asesorando a la oposición venezolana desde hace años. Se queja: es muy difícil mantenerlos unidos. Son los inconvenientes del golpe posmoderno: es menos expeditivo que la unidad castrense, nostalgia del olor a napalm sobre el Palacio de la Moneda.
La Guerra Fría fue caliente en América latina, como saben bien los muertos y las desaparecidas. El miedo al comunismo justificaba el látigo a plena luz del día, a ojos del patrón y sus socios locales. Hoy se maquillan las formas de la violencia. Por eso en el Brasil del siglo XXI, el golpe militar de 1964 es una «revolución», dicen Bolsonaro y quienes le han votado con el vil mazo del juez dando. O por eso en Caracas se oye en los barrios ricos cantar «el pueblo, unido, jamás será vencido». La posmodernidad golpista vacía de verdad los eslóganes de la rebelión de la pobreza y los convierte en hashtags de gatillo fácil. La justicia nunca ha sido ciega; solo estaba esperando órdenes.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este Tumblr.
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