«The Man Who Came Down the Attic Stairs»
¿Cómo puede el noveno arte llegar a ser verdaderamente aterrador? El cómic se apoya en la imagen, pero sus dibujos no tienen sonido y sus trazos solo pueden imitar el movimiento. Un cómic se construye con palabras, pero todas tienen que caber dentro de un espacio físico y delimitado que no leemos, pero recorremos con nuestros ojos. Por eso el cómic es el medio que más debe hacer de sus necesidades virtudes y por eso cualquier buen tebeo, incluido uno de terror, ha de ser inteligente. Si además nuestros ojos cruzan el umbral de una casa encantada y penetran en la sofisticación de la violencia que siempre se ha ejercido contra la mujer, entonces estamos ante una obra impresa, escrita y dibujada, que puede provocar terror. Todo eso y en realidad mucho más cabe en The Man Who Came Down the Attic Stairs, de Céline Loup: un cómic, un álbum, que devoramos en unos pocos minutos y que luego ya recordaremos para siempre…
La protagonista del relato es Emma, madre primeriza y aparente alter ego de la autora, que proyectándose un siglo hacia atrás en el tiempo se sitúa recién llegada una gran mansión en el campo. Allí espera vivir feliz con su hija y su esposo, para el que Loup reserva un dibujo especial: en medio de un océano de grandes ilustraciones limpias y realistas (que recuerdan, y no necesariamente por el tema tratado, a las de Gou Tanabe), el marido de la protagonista aparece como una isla del cómic de superhéroes norteamericano: su esposo es la viva imagen de Clark Kent y por eso, cuando sube al ático a dejar unas cajas y escuchamos un forcejeo, esperamos que salga indemne. Pero no es así: al bajar por las escaleras hay algo en el semblante de su marido que hace que Emma rompa aguas. Lo siguiente es un hiato provocado por el cóctel de drogas que suministran a la protagonista durante el parto. La técnica, muy popular en Norteamérica y Alemania hace un siglo, era conocida como Twilight Sleep (o dämmerschlaf en el alemán original). Y hasta aquí queremos leer, porque la búsqueda de las relaciones de este cómic con las obras de Shirley Jackson o H. P. Lovecraft quedan ya a iniciativa del lector; pero, para hacer justicia a The Man Who Came Down the Attic Stairs tenemos que hablar de la depresión postparto y salud mental.
Porque Roslin no deja de llorar (nunca, nunca deja de llorar), llenando las páginas con unos alaridos que casi podemos escuchar y, encima, parecen no afectar en absoluto a un Thomas cada vez más distante. Emma, desquiciada y deprimida, vuelve a ser medicalizada y reflexiona con el doctor, que atiende frente a un retrato gigante de Sigmun Freud: «¿Qué pasa con las madres que descubren que no pueden serlo solo después de tener un hijo?». En este caso, lo que sucede es un pleito a la institución de la familia y su rol en el sistema (patriarcal y) capitalista, que camuflado en un relato gótico de época atraviesa algunos de los temas más relevantes de la sociedad actual.
Céline Loup corona su trabajo con una caligrafía visual pulcra, pero potente, que le permite abandonar el diálogo e incluso la narración cuando el horror llama a la puerta. En muy pocas páginas consigue crear un relato que nos acongoja, perdura en nuestra memoria y persigue también las huellas de Stephen King, que supo sintetizar en una idea brillante los millones de palabras que ha escrito a lo largo de su carrera: y es que, verdaderamente, lo que más miedo da son las cosas reales. Por eso, un cómic sobre el precio de la maternidad y el coste para la psique de una mujer arrojada a un mundo que siempre le ha sido hostil puede dejarnos sin aliento.
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