Religión y culturicidio: del DAESH a las cruces de los caídos por Dios – 5 de julio de 2017
El símbolo de la victoria sobre el Estado Islámico en Mosul es una mezquita dinamitada. El templo de Al Nuri saltó por los aires hace un par de semanas, cuando el avance de las tropas y milicias que combaten al DAESH hacía ya presagiar la derrota de los integristas. En esa mezquita proclamó el Califato el líder del ISIS en 2014. En el vídeo se ve a Abu Bakr Al Bagdadi subir al púlpito con parsimonia, dice «Salam Aleikum» y suelta el discurso. Luego baja y reza junto a sus fieles. Los kalashnikovs están apoyados en la piedra construida hace 850 años. Ahora son guijarros. Las guerras matan y expulsan a la gente. Y también borran la historia.
El Estado Islámico no es original por eliminar los vestigios del pasado. Los talibanes cañonearon los grandes Budas de Bamiyan unos pocos meses antes de que sus invitados de Al-Qaeda derribasen las Torres Gemelas de Nueva York, mucho más modernas pero igualmente simbólicas de una civilización. Como el estadio de fútbol de Francia, que no podría haber volado el 13 de noviembre en París, pero quedó marcado como objetivo. No digamos la sala Bataclán, donde además se cantaba música diabólica. Aunque la música no siempre está prohibida. En los vídeos del ISIS suenan los nasheed, los coros que glorifican al dios verdadero al que le gusta la voz pero no los instrumentos musicales.
Las grandes religiones tienen una forma peculiar de relacionarse con la historia. Pasa hasta en la civilizada Europa, donde un catolicismo español está dispuesto a sacar pancartas en Mallorca porque se va a derribar una cruz en honor a los caídos por dios, pero no a abrir las fosas donde se amontonan los parias. Recientemente, también los católicos croatas decidieron que en Mostar convenía destruir a cañonazos el puente sobre el río Neretva. Luego se reconstruyó y este verano decenas de turistas harán fotos a los chavales que hacen allí el salto del ángel. Ingenieros españoles llegaron a tender uno provisional, porque en la historia ajena siempre es más fácil reconciliarse.
Pero lo que más llama la atención de los culturicidios de ayer y de hoy es cómo son capaces de indignar incluso más que las muertes de la gente que no es de piedra. Pasó en Palmira, donde la llamada comunidad internacional se inflamó más con la destrucción de las maravillas de la ciudad histórica que por el degollamiento del jefe de arqueología en el viejo teatro romano. Tal vez sucede porque los muertos, en la guerra, se dan por descontados. Las vidas sabemos que son finitas, pero a la historia le damos un halo de eternidad. Como el ISIS piensa de sus coros siniestros, que en realidad durarán tanto como aguanten en el servidor de youtube. Luego no se oirá nada.
Notas de Extramuros es una columna informativa de Siglo 21, en Radio 3. Puedes escucharla en el siguiente audio y acceder al programa pulsando aquí. También puedes revisar todas las Notas de Extramuros en este tumblr.
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