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Cinefórum CCCLXXXII: «Fallen Leaves»

La nostalgia, la melancolía, es uno de los sentimientos más inherentes al ser humano y a muchos animales. Esa saudade de lo que pudo o podría ser y no es, ese vacío de quien no está y podría estar, o no; esa saudade, decía, ha sido motor de innumerables relatos a lo largo de la historia. En Be kind, rewind, los personajes recreaban sus películas favoritas, no tanto por salvar el pellejo y el obsoleto videoclub del barrio sino como un ejercicio de revivir las historias que les habían marcado. Una mirada atrás en forma de homenaje a un tiempo en que habían sido felices y alegres; una mirada perdida y una atmósfera nostálgica que también comparten los personajes de la película finlandesa de esta semana: Fallen Leaves (2023).

Aki Kaurismäki firma el guion y la dirección de esta hermosa historia de amor, una suerte de comedia romántica al estilo del Este. Ansa (Alma Pöysti) y Holappa (Jussi Vatanen) son dos almas solitarias que tratan de ganarse la vida a duras penas en un Helsinki contemporáneo que, más bien, recuerda a cualquier ciudad gris de la era soviética. Ambos personajes, navegando cada uno con sus lastres por debajo de la línea de flotación, buscan en el otro el salvavidas al que asirse ante la desesperación de un mundo hostil y descorazonador.

Kaurismäki nos ofrece una historia potente cargada de simbolismo y con una marcada estética que refuerza la ironía de su visión. Por un lado el comportamiento de los personajes es seco, hermético, casi robótico, apenas expresivos en sus rostros; y si bien esto puede chocar al espectador mediterráneo, no deja de ser una exagerada caricatura del tópico (no tan tópico) acerca de lo hirsuto y áspero del carácter báltico o del Este europeo. Un carácter introvertido que se torna exultante en las distancias cortas y en los círculos de confianza. Dicho reflejo se acompaña de un ritmo narrativo aparentemente lento por los abundantes planos fijos y el carácter, a priori, realista, pero en realidad en la película no dejan de pasar cosas todo el rato. Estos planos, que pueden recordarnos a los planos-cuadro de las películas de Sorrentino, se convierten en lienzos donde adquiere un gran protagonismo la fotografía de Timo Salminen. Una fotografía donde la selección de colores está muy cuidada (con especial atención al rojo) y donde la iluminación y la composición de los personajes y de escena no dejan de recordarnos a los cuadros de Caravaggio.

Otra lectura más social y política es la que podemos vislumbrar en el contexto que envuelve a los personajes, ambos en edad ya madura, con trabajos precarios que a duras penas les dan para vivir. Personajes envueltos en una atmósfera húmeda y decadente que se aprecia sobre todo en las calles, en el cine que sirve a los personajes de refugio y salvavidas, y en los bares (no en vano, el tema del alcoholismo es importante y está presente durante toda la cinta). Esa decadencia remarca la atemporalidad de la historia, haciendo dudar al espectador si la película está ambientada en la actualidad o hace cuarenta años. A esa buscada ambigüedad temporal se suma la ambigüedad espacial, ya que la historia bien podría transcurrir en cualquier núcleo industrial venido a menos de Europa, ya sea en el actual Helsinki, la cuenca del Rin, los suburbios de Liverpool o la misma cuenca minera asturiana.

Sin embargo, y este es otro singular paralelismo con la anterior película de nuestro cinefórum, vemos cómo, en ambas, es importante la resiliencia compartida, la dignidad del individuo frente a las corporaciones, la solidaridad y el ambiente comunitario para llegar a buen puerto. En este sentido, es reseñable la aparición, fugaz pero sobresaliente, de los personajes secundarios, tanto las compañeras y amigas de Ansa como Huotari, el carismático y entrañable amigo de Holappa que se ha ganado un puesto en el olimpo de los mejores secundarios de nuestro ciclo por su prometedora voz y su arrolladora confianza.

El ritmo pausado, que no es sino otra suerte de rebelión ante las narrativas contemporáneas, acicalado también con un finísimo e irónico sentido del humor, hacen que la película se convierta en una deliciosa historia con un claro sabor a clásico del siglo XX donde se aprecia con claridad la influencia de Chaplin y Fellini, entre otros. Ciertamente, el particular estilo de Kaurismäki, como ocurre también con Sorrentino, puede causar una honda aceptación o un profundo rechazo. Yo lo tengo claro y estoy en su equipo.

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